Alégrense en el Señor
Aprovechemos la Cuaresma para celebrar y vivir la misericordia de Dios
Durante esta época de Cuaresma en el Santo Año de la Misericordia el papa Francisco nos ha invitado y nos ha desafiado a reflexionar acerca del preciado obsequio de la misericordia de Dios. En su proclamación (o bula papal) titulada “Misericordiae Vultus” (“El rostro de la misericordia”), el Santo Padre destaca el papel fundamental que desempeña la misericordia en todo lo que Dios dice y hace a lo largo de la historia de la salvación.
La misericordia no es simplemente uno de los varios atributos de Dios, tales como la omnisciencia (que todo lo sabe), la omnipotencia (que es todopoderoso) o la omnipresencia (que está en todas partes).
La misericordia divina tampoco es algo que Él hace periódicamente, como por ejemplo un presidente o un gobernador que perdona ocasionalmente a algunos delincuentes sentenciados.
La misericordia es una característica esencial de la persona de Dios. San Juan Evangelista nos dice que Dios es amor y que dada su naturaleza está presto a perdonarnos siempre y en todo lugar como hijos suyos que somos, sin importar lo que hayamos hecho o dejado de hacer.
El papa Francisco va todavía más allá y nos dice que:
“Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret. El Padre, ‘rico en misericordia’ (Ef 2:4), después de haber revelado su nombre a Moisés como ‘Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira, y pródigo en amor y fidelidad’ (Ex 34:6) no ha cesado de dar a conocer en varios modos y en tantos momentos de la historia su naturaleza divina. En la ‘plenitud del tiemp’ (Gal 4:4), cuando todo estaba dispuesto según su plan de salvación, Él envió a su Hijo nacido de la Virgen María para revelarnos de manera definitiva su amor. Quien lo ve a Él ve al Padre (cfr Jn 14:9). Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios” (“Misericordiae Vultus,” #1).
Cuando buscamos a Jesús en la oración, cuando escuchamos su palabra en las sagradas Escrituras y cuando nos encontramos con él en el ministerio, al cuidar de los demás o en la sagrada comunión, vemos el rostro misericordioso del Padre. La generosidad amorosa de nuestro Dios misericordioso es constante y no cesa, incluso en aquellas situaciones en las que Dios aparece como un juez justo que castiga a los pecadores, el papa Francisco nos ayuda a ver que Dios jamás es arbitrario, caprichoso ni vengativo. Por el contrario, Dios nos juzga mediante una ternura que no debe confundirse con debilidad sino que es, en efecto, un signo de la fortaleza de Dios.
Citando a santo Tomás de Aquino, el papa Francisco escribe que “Es propio de Dios usar misericordia y especialmente en esto se manifiesta su omnipotencia.”
El Santo Padre explica que la misericordia de Dios, en lugar de ser un signo de debilidad es la marca de su poder. “Es por esto que la liturgia, en una de las colectas más antiguas, invita a orar diciendo: ‘Oh Dios que revelas tu omnipotencia sobre todo en la misericordia y el perdón … ’ Dios será siempre para la humanidad como Aquel que está presente, cercano, providente, santo y misericordioso.” El papa nos dice que la justicia y la misericordia “No son dos momentos contrastantes entre sí, sino dos dimensiones de una única realidad que se desarrolla progresivamente hasta alcanzar su ápice en la plenitud del amor” (“Misericordiae Vultus,” #6).
En “Misericordiae Vultus” el papa Francisco nos desafía a aprovechar la temporada de la Cuaresma durante este Año de Jubileo “como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios.” También nos invita a valernos de las sagradas Escrituras durante la Cuaresma “¡para redescubrir el rostro misericordioso del Padre!”
Deseo reforzar este enfoque especial para la Cuaresma y hacer del tema de la misericordia de Dios la constante de todas mis columnas del The Criterion durante la Cuaresma. Espero que mis reflexiones contribuyan, al menos un poco, a que la misericordia de Dios se torne visible en el rostro de Jesús, en las palabras de las sagradas Escrituras y en las obras de caridad de nuestra Iglesia.
El papa Francisco nos exhorta a repetir y a adueñarnos de las palabras del profeta Miqueas: “Tú, oh Señor, eres un Dios que cancelas la iniquidad y perdonas el pecado, que no mantienes para siempre tu cólera, pues amas la misericordia. Tú, Señor, volverás a compadecerte de nosotros y a tener piedad de tu pueblo. Destruirás nuestras culpas y arrojarás en el fondo del mar todos nuestros pecados” (cfr Mi 7:18-19).
¡Qué imagen tan espectacular para esta temporada de Cuaresma! ¡Mediante nuestros actos de penitencia y caridad permitimos que Dios destruya nuestros pecados y se los lleve en el mar de su divina misericordia!
Que nuestro Dios siempre misericordioso y siempre poderoso borre nuestros pecados. Que la ternura del Padre, la compasión del Hijo y la generosidad amorosa del Espíritu Santo llenen nuestros corazones en esta época de la Cuaresma y nos preparen para la alegría de la Pascua. †
Traducido por: Daniela Guanipa