June 10, 2016

Alégrense en el Señor

La biblia está repleta de historias de amor y crisis familiares

Archbishop Joseph W. Tobin

El papa Francisco comienza su exhortación apostólica “Amoris Laetitia” (“La alegría del amor”), con una reflexión sobre las imágenes del amor, el matrimonio y la vida familiar representadas en la Biblia. Toda crisis moderna tiene un precedente en las Sagradas Escrituras. Las experiencias bíblicas del pueblo judío y de los primeros cristianos anticipan a cabalidad las crisis que vivimos hoy en día. Por supuesto no en cuanto a los detalles específicos, pero sí con respecto al impacto emocional y psicológico que causan en las personas, las familias y las comunidades.

La Biblia nos relata que desde los albores de la humanidad las familias han sentido la alegría del amor y el sufrimiento de la violencia. Pero al final, el amor, el matrimonio y la vida familiar prevalecerán, según el testimonio profético que encontramos en la última página del Nuevo Testamento “donde aparecen las bodas de la Esposa y del Cordero” (cf. Ap 21:2,9).

“Los dos grandiosos primeros capítulos del Génesis nos ofrecen la representación de la pareja humana en su realidad fundamental,” escribe el Papa. “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó” (“La alegría del amor,” #10; Gen 1:27).

La sexualidad humana es una imagen, un signo visible del amor creativo de Dios que no debe convertirse en algo trivial ni en un ídolo (un falso dios), sino que debemos honrarla como “la verdadera “escultura” viviente [...] capaz de manifestar al Dios creador y salvador. Por eso el amor fecundo llega a ser el símbolo de las realidades íntimas de Dios” (“La alegría del amor,” #11).

La historia de la humanidad comienza con la unión amorosa entre Adán, un hombre, y Eva, una mujer. Sus alegrías y el dolor provocado por sus propios pecados sentaron el precedente del drama que se desarrollará a lo largo de toda la historia. El pecado de nuestros primeros padres y los de sus descendientes manchan la imagen de Dios que todos los seres humanos irradian, pero no la borran. El pecado debilita al amor pero este resiste mediante el poder de la gracia de Dios.

El Santo Padre dice que “el idilio” que se ilustra en la Biblia “no niega una realidad amarga que marca todas las Sagradas Escrituras. Es la presencia del dolor, del mal, de la violencia que rompen la vida de la familia y su íntima comunión de vida y de amor” (“La alegría del amor,” #19). La palabra de Dios no minimiza las crisis que han enfrentado los matrimonios y las familias en el transcurso de la historia humana.

“Es un sendero de sufrimiento y de sangre que atraviesa muchas páginas de la Biblia,” comenta el Papa (“La alegría del amo” #20). Incluso la Sagrada Familia (Jesús, María y José) enfrentó la violencia del rey Herodes que los obligó a escapar a Egipto donde se encontraron en la grave situación de ser refugiados y sin hogar. Jesús “conoce las ansias y las tensiones de las familias incorporándolas en sus parábolas: desde los hijos que dejan sus casas para intentar alguna aventura (cf. Lc 15:11-32) hasta los hijos difíciles con comportamientos inexplicables (cf. Mt 21:28-31) o víctimas de la violencia (cf. Mc 12:1-9).”

Jesús no es un romántico ingenuo ni un optimista empedernido. Es el Realista Divino, aquel que conoce nuestras tribulaciones y está listo, dispuesto y es capaz de ayudarnos a superar cualquier problema que enfrentemos como personas, parejas o familias.

“La palabra de Dios no se muestra como una secuencia de tesis abstractas—expresa el papa Francisco—sino como una compañera de viaje también para las familias que están en crisis o en medio de algún dolor” (“La alegría del amor,” #22).

Al final, el amor prevalece. La muerte de Jesús en la cruz fue la máxima prueba de dolor y sufrimiento para su afligida madre, pero no fue la última palabra.

Jesús perdonó a sus enemigos, a pesar de los horribles pecados que habían cometido contra él, y su Padre lo resucitó, victorioso. Jesús superó los horrores del pecado y de la muerte y nos asegura que nosotros también podemos resucitar junto con él en el día final, pero solamente si deslastramos nuestros corazones y lo seguimos en el sendero de la vida.

Esa es la meta suprema de cada vida humana y de cada matrimonio y familia: estar unidos en Cristo al final de la jornada de la vida cuando Dios “enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor” (Ap 21:4).

El papa Francisco nos recuerda que “ante cada familia se presenta el icono de la familia de Nazaret, con su cotidianeidad hecha de cansancios y hasta de pesadillas” (“La alegría del amor,” #30). Recurramos a la biblia cuando tengamos dificultades maritales o familiares. Allí encontraremos consuelo, inspiración y esperanza para el futuro.

Jesús, María y José auxilian a los matrimonios y sus familias en su búsqueda de mantenerse unidos en el amor. Los ayudan a perdonar todas las ofensas, reales o creadas, y les brindan fortaleza para prevalecer hoy y siempre. †
 

Traducido por: Daniela Guanipa

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