Alégrense en el Señor
Reflexiones sobre la dimensión sexual del matrimonio
“Recordemos que un verdadero amor [...] es capaz de aceptarse vulnerable y necesitado, no renuncia a acoger con sincera y feliz gratitud las expresiones corpóreas del amor en la caricia, el abrazo, el beso y la unión sexual” (“La alegría del amor, #157).
El papa Francisco no le rehúye al tema del sexo en el matrimonio. Siguiendo a sus predecesores, los papas san Pablo VI, san Juan Pablo II y Benedicto XVI, nuestro actual sumo pontífice desea cerciorarse de que las enseñanzas católicas sobre el sexo se perciban desde la perspectiva más positiva y procreadora.
“San Juan Pablo II rechazó que la enseñanza de la Iglesia lleve a ‘una negación del valor del sexo humano,’ o que simplemente lo tolere ‘por la necesidad misma de la procreación,’ ” expresa el papa Francisco. “La necesidad sexual de los esposos no es objeto de menosprecio, y ‘no se trata en modo alguno de poner en cuestión esa necesidad’ ” (“La alegría del amor, #150).
La Iglesia efectivamente enseña que la disciplina y el autocontrol son elementos esenciales para una vida sexual sana. “La sexualidad no es un recurso para gratificar o entretener, ya que es un lenguaje interpersonal donde el otro es tomado en serio, con su sagrado e inviolable valor” (#151). La dimensión erótica del amor en el matrimonio es un componente integral para completar la propia entrega que está intrínsecamente vinculada al convenio matrimonial y mediante el cual un hombre y una mujer se convierten “en una sola carne.” El papa Francisco puntualiza que “el más sano erotismo, si bien está unido a una búsqueda de placer, supone la admiración, y por eso puede humanizar los impulsos [físicos]” (#151).
La búsqueda del placer sexual en el matrimonio no debe verse como “un mal permitido o como un peso a tolerar por el bien de la familia” (#152).
Al contrario, la alegría de un coito auténtico y procreador contribuye directamente a la unidad y a la autoentrega de las parejas de casados. Esta perspectiva verdaderamente positiva sobre el significado de la sexualidad en el matrimonio es lo que distingue a las enseñanzas católicas de los demás intentos por reducir la actividad sexual a algo que degrada o deshumaniza a la pareja. Este entendimiento positivo del sexo es esencial para lo que el papa Francisco denomina un “sano realism” que puede equilibrar los puntos de vista encontrados, que van desde que “todo se vale” hasta que “nada está permitido” (#153).
“No podemos ignorar que muchas veces la sexualidad se despersonaliza y también se llena de patologías, de tal modo que ‘pasa a ser cada vez más ocasión e instrumento de afirmación del propio yo y de satisfacción egoísta de los propios deseos e instintos’ ” (#153). Jamás es permisible usar a otra persona como un objeto para la gratificación personal. “En esta época—afirma el Santo Padre—se vuelve muy riesgoso que la sexualidad también sea poseída por el espíritu venenoso del ‘usa y tira.’ El cuerpo del otro es con frecuencia manipulado, como una cosa que se retiene mientras brinda satisfacción y se desprecia cuando pierde atractivo” (#153).
Incluso en el matrimonio, el sexo puede convertirse en una fuente de sufrimiento y manipulación. Citando al papa Pablo VI, el Santo Padre nos recuerda que “un acto conyugal impuesto al cónyuge sin considerar su situación actual y sus legítimos deseos, no es un verdadero acto de amor; y prescinde por tanto de una exigencia del recto orden moral en las relaciones entre los esposos” (#154).
La búsqueda del placer sexual en el matrimonio es algo positivo, un momento de intimidad, alegría y verdadero amor. Lo que es más: en él se descubre lo maravilloso del “obsequio” que es la otra persona para su cónyuge. Como sacramento, el matrimonio une al hombre y a la mujer en una relación para toda la vida que crea un vínculo indisoluble que trasciende la unidad física. Es por ello que la alegría en el matrimonio no depende de la juventud ni de la belleza sino que continúa incluso ante las dificultades y las tragedias de vivir y avanzar juntos en la edad.
Ninguno de nosotros es perfecto, ni en lo sexual ni en ningún otro aspecto de la vida. Muy a menudo la condición humana entraña debilidades, infidelidad y pecado. Es por ello que la misericordia, la capacidad de perdonarnos a nosotros mismos y a los demás es algo tan importante para una sexualidad humana sana. “Esto supone, de todos modos, recordar que el equilibrio humano es frágil, que siempre permanece algo que se resiste a ser humanizado y que en cualquier momento puede desbocarse de nuevo, recuperando sus tendencias más primitivas y egoístas” (#157).
En lo que respecta a la sexualidad, lo que se necesita es un “sano realism.” Agradezcamos a Dios por el gran obsequio de la intimidad, el amor físico expresado con alegría en el matrimonio. Recemos también para ser disciplinados y desinteresados al hacer uso de este gran obsequio, ya sea que estemos casados o solteros, estemos comprometidos al celibato o hayamos hecho el voto de castidad. †
Traducido por: Daniela Guanipa