Cristo, la piedra angular
El Día del Trabajador celebra la dignidad y los derechos de los trabajadores
“El trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo. Cada cual debe poder sacar del trabajo los medios para sustentar su vida y la de los suyos, y para prestar servicio a la comunidad humana”
(Catecismo de la Iglesia Católica, #2428).
¡Feliz Día del Trabajador! Espero que puedan aprovechar el próximo fin de semana largo para pasar tiempo con familiares y amigos, y hacer a un lado la tensión y la ansiedad que a veces genera el trabajo.
En la encíclica del papa San Juan Pablo II, titulada “Laborem Exercens” (“Sobre la dignidad del trabajo”) existe una frase muy impactante que el Catecismo de la Iglesia Católica cita al abordar el tema de la actividad económica y la justicia social.
San Juan Pablo II escribió “el trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo,” y el Catecismo hace énfasis en que cada persona tiene el derecho y la responsabilidad de “sacar del trabajo los medios para sustentar su vida y la de los suyos” (#2428).
Tal como los obispos de Indiana lo expresamos en nuestra carta pastoral, titulada “Pobreza en la Encrucijada: la respuesta de la Iglesia ante la pobreza en Indiana,” prestamos especial atención a esta enseñanza social fundamental de la Iglesia Católica. Destacamos que jamás es aceptable tratar a los trabajadores como objetos o instrumentos de producción.
Todo el que trabaja tiene dignidad y, por consiguiente, debe ser tratado con respeto e igualdad. Nuestra carta pastoral también puso de manifiesto las vicisitudes de los denominados “trabajadores pobres” aquí, en el estado de Indiana. Se trata de hombres, mujeres y, a veces, menores de edad, que trabajan arduamente pero no ganan un salario que les permita sustentarse. Estas personas merecen muy especialmente toda la comprensión, el respeto y la consideración que nuestra sociedad, la Iglesia y nuestras empresas puedan dispensarles.
El Catecismo nos dice que cada uno tiene el derecho de iniciativa económica (#2429). Este es un derecho individual, pero también es algo que existe en favor del bien común. Una sociedad que no promueve el derecho a la iniciativa económica o que priva a los trabajadores de la oportunidad de expresar los talentos y los dones que Dios le ha entregado a cada uno, para beneficio de su propia familia y de su comunidad, se encuentra en grandes aprietos. Es por ello que la Iglesia se ha opuesto sistemáticamente a los sistemas económicos, sociales y políticos que reducen la labor humana a fines utilitaristas o socialistas.
El trabajo debe servir a la persona humana, no viceversa.
Una sociedad justa y bien organizada protege el derecho de los trabajadores. De acuerdo con el Catecismo, el Estado tiene la responsabilidad de proporcionar una “seguridad que garantiza la libertad individual y la propiedad, además de un sistema monetario estable y servicios públicos eficientes” (#2431). Los gobiernos no deben controlar ni reglamentar excesivamente las actividades económicas de los ciudadanos, sino que deben colaborar con las empresas y los líderes cívicos para cerciorarse de que todos los ciudadanos tengan acceso gratuito a iniciativas económicas y empleos que les permitirán brindar sustento a sus familias y, al mismo tiempo, contribuir al bienestar común.
“El salario justo es el fruto legítimo del trabajo,” nos dice el Catecismo. “Negarlo o retenerlo puede constituir una grave injusticia.” Puede que no estemos de acuerdo en cuanto a lo que constituye un salario justo en una situación dada, pero “para determinar la justa remuneración se han de tener en cuenta a la vez las necesidades y las contribuciones de cada uno” (#2434).
Durante el Concilio Vaticano II, Se abordó el tema de los salarios justos de la siguiente forma: “la remuneración del trabajo debe ser tal que permita al hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien común” (“Gaudium et Spes, #67).
La Iglesia no determina qué se considera un salario justo en ninguna sociedad o situación económica, pero la doctrina social católica insiste en que tanto el trabajador individual como el bien común se deben tomar muy en cuenta. Esta es una de esas situaciones de los “católicos del tanto y el como” sobre las que hablé la semana pasada. Buscamos lo mejor tanto para el trabajador, la empresa o el patrón para el cual este trabaja, como para la sociedad en general.
En este Día del Trabajador, recemos por la paz, la justicia y el crecimiento económico aquí en Indiana, en todo Estados Unidos y en la comunidad mundial. La paz es fundamental para el crecimiento y el desarrollo de la sociedad. La justicia garantiza el respeto de todos los derechos y que todos tengan la oportunidad de desarrollar y emplear los dones que Dios le ha entregado. Y mediante el crecimiento económico se crean nuevas oportunidades para los trabajadores jóvenes que entran en la fuerza laboral con la intención de mantenerse a sí mismos y a sus familias.
Durante este fin de semana del Día del Trabajador, recemos por todos los trabajadores del Estado de Indiana, así como por nuestros hermanos de todo el mundo, especialmente por aquellos desempleados o por los subempleados.
Que San José Obrero nos ampare y nos apoye en nuestro esfuerzo por aprovechar los dones que Dios nos ha entregado, para Su honor y gloria. †