Cristo, la piedra angular
El cuidado de la creación de Dios y de la casa común
“Recuerdo un dicho popular que dice: Dios perdona siempre, nosotros perdonamos algunas veces, la naturaleza—la creación—, cuando viene maltratada, no perdona nunca.”
(Papa Francisco)
Últimamente escuchamos muchas cosas sobre el medioambiente. ¿Acaso el calentamiento global es una realidad? ¿Cuán grave es el maltrato que hemos infligido a los recursos naturales de nuestro planeta: el aire que respiramos, el agua que bebemos y la tierra que cultivamos? ¿Hemos perdido la capacidad de maravillarnos ante la belleza de la Tierra y la vastedad del universo? ¿Nos consideramos “dueños” o “corresponsables” de lo que realmente le pertenece exclusivamente a Dios?
Uno de los elementos fundamentales de la doctrina social católica es el cuidado de la creación divina. Con la publicación de su encíclica titulada “Laudato Si, sobre el cuidado de la casa común” el papa Francisco se unió a otros papas y obispos contemporáneos que han destacado el cuidado que se le debe prestar al medioambiente.
“Laudato Si ” no solamente refleja la autoridad doctrinaria del papa, el magisterio de la Iglesia, sino que a lo largo de sus páginas honra la belleza de la creación y ofrece reflexiones profundamente personales para preservarla. Habla como pastor, con la voz que trasciende el partidismo que a menudo se encuentra presente en los debates sobre el cambio climático.
Al papa emérito Benedicto XVI también se lo conocía como “el papa ecológico” porque a menudo hablaba sobre nuestro deber de ocuparnos de la creación de Dios de una forma respetuosa y responsable.
El beato Pablo VI y san Juan Pablo II también enseñaban acerca de la importancia de la corresponsabilidad ambiental, pero conforme a la creciente preocupación internacional, el papa Benedicto y el papa Francisco abordaron el tema con un apremio mayor.
En su encíclica titulada “Caritas in Veritate” (“Caridad en la verdad”), el papa Benedicto hace referencia a la importancia de la corresponsabilidad con el medioambiente. En ella, escribe acerca de la “necesidad moral imperiosa de una solidaridad renovada” en relación con los problemas medioambientales, no solamente entre los países sino también entre las personas puesto que el entorno natural es un obsequio que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros y su uso implica una responsabilidad personal con respecto a la humanidad como un todo y, en especial, con respecto a los pobres y las futuras generaciones. (#49)
Tomando en cuenta la responsabilidad compartida que tenemos con la creación, el papa Francisco nos recuerda a menudo que existe un vínculo esencial entre la corresponsabilidad con respecto al medioambiente y el cuidado que debemos a los demás seres humanos, en especial a los pobres y los vulnerables.
En un discurso que pronunció recientemente el papa Francisco ante el cuerpo diplomático del Vaticano, expresó: “En fin, deseo mencionar otra herida a la paz, que surge de la ávida explotación de los recursos ambientales. Si bien la naturaleza está a nuestra disposición, con frecuencia no la respetamos, no la consideramos un don gratuito que tenemos que cuidar y poner al servicio de los hermanos, también de las generaciones futuras. También en este caso hay que apelar a la responsabilidad de cada uno para que, con espíritu fraterno, se persigan políticas respetuosas de nuestra tierra, que es la casa de todos nosotros.”
Tal como lo han afirmado todos los papas recientes, la Iglesia no solamente tiene el compromiso de promover la protección de la tierra, el agua y el aire como dones del Creador destinados a todos, sino que por encima de todo, la Iglesia trata de proteger a la humanidad contra la autodestrucción. Al respetar y cuidar la vida humana, la Iglesia insiste en que ampliemos nuestra capacidad de respetar y cuidar el obsequio de la creación divina.
La belleza de la creación de Dios se manifiesta en los 39 condados del centro y del sur de Indiana. Nuestros centros urbanos y comunidades suburbanas vecinas requieren un tipo de corresponsabilidad especial que destaque de un modo inequívoco las necesidades de los pobres y los vulnerables. Los pequeños poblados y las zonas rurales de nuestra arquidiócesis, que combinan belleza natural con las exigencias de ganarse la vida y criar familias en el corazón de los Estados Unidos, suministran la prodigalidad de las cosechas de Dios durante todas las estaciones del año.
Para ser buenos administradores de este magnífico regalo de la creación de Dios debemos primero reconocer el papel que Él desempeña como autor y verdadero amo de todo lo que existe, tanto de lo visible como del universo invisible.
La función que nos corresponde como administradores es expresar agradecimiento, en palabras y en obras, y cumplir con nuestra parte para cultivar y proteger todo lo que el Dios Creador nos ha confiado. Para que esto suceda, es esencial que desarrollemos una relación profunda entre seres los humanos y el medioambiente que refleje el amor de Dios hacia toda la creación.
Es por ello que el “cuidado de la casa común” comienza por cuidarnos unos a otros, a todos nuestros hermanos y hermanas, pero especialmente a los más vulnerables. El respeto por la dignidad de todas las vidas humanas emana del cuidado de la casa común y lo refuerza.
Estamos llamados a ser administradores responsables de la creación de Dios. Recemos para que todos podamos responder a este llamado con amor y respeto por la vida humana y por toda la obra de Dios.