Cristo, la piedra angular
Octubre, mes de María, época de devoción y oración
“De la Iglesia aprende el ejemplo de la santidad; reconoce en la Bienaventurada Virgen María la figura y la fuente de esa santidad”
(Catecismo de la Iglesia Católica, #2030).
En cada época del calendario de la Iglesia, hay fiestas marianas, pero la tradición reserva los meses de octubre y de mayo como tiempos de oración especiales y de devoción a María. Me pareció oportuno aprovechar esta época del año tan especial para ofrecer algunas reflexiones acerca del papel único que desempeña María como Madre de Dios y nuestra madre.
La fecha de publicación de esta columna es el viernes 6 de octubre. Mañana, día 7 de octubre, la Iglesia nos invita a pedir la intercesión de la Santísima Virgen María bajo su advocación, Nuestra Señora del Rosario.
El Rosario es un instrumento físico y sacramental compuesto por cuentas, un crucifijo y una medalla. También representa un conjunto de oraciones, entre ellas el credo, seguido del padrenuestro, el ave María (repetido 10 veces en cada decena) y el gloria. Quienes rezan el Rosario, a menudo indican que tocar las cuentas los ayuda a concentrar la mente en los “misterios” que conmemoran los eventos más destacados de la vida, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
Como devoción, el Rosario se popularizó hacia el siglo XV. Los frailes dominicos promovieron esta forma de devoción mariana y su popularidad aumentó a lo largo de los siglos posteriores hasta el día de hoy.
Citando el documento del Concilio Vaticano II, titulado “Lumen Gentium,” #60, el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que “la piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano” (#971).
Los cristianos no adoramos a María (ni a ninguno de los santos) sino que los honramos y los tomamos como ejemplo, así como también buscamos su intercesión activa, como elementos intrínsecos a la adoración que se le debe a Dios únicamente.
“Este culto aunque del todo singular, es esencialmente diferente del culto de adoración que se da al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy poderosamente; encuentra su expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios y en la oración mariana, como el Santo Rosario, ‘síntesis de todo el Evangelio’ ” (#971)
Exhorto a todos los católicos del centro y del sur de Indiana a que recen el Rosario, especialmente durante el mes de octubre.
Si nunca ha rezado el Rosario o hace tiempo que no lo toma entre sus manos, pruebe hacerlo este mes. Creo que encontrará que el Rosario puede ser una excelente fuente de consuelo y paz, ya que constituye una forma de meditación que ayuda a eliminar las preocupaciones y las frustraciones de la vida cotidiana y nos coloca en el regazo amoroso de nuestra Santa Madre. Al meditar acerca de los misterios de la vida de Cristo entre nosotros, nos apartamos de nosotros mismos y nos unimos a Él en el Camino de Vida.
“La meditación hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción y el deseo,” nos dice el catecismo. “Esta movilización es necesaria para profundizar en las convicciones de fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la voluntad de seguir a Cristo. La oración cristiana se aplica preferentemente a meditar ‘los misterios de Cristo,’ como en la lectio divina [lectura divina] o en el Rosario. Esta forma de reflexión orante es de gran valor, pero la oración cristiana debe ir más lejos: hacia el conocimiento del amor del Señor Jesús, a la unión con Él” (#2708).
Conocer, amar y servir a Jesucristo es el objetivo de la verdadera oración cristiana, inclusive el Rosario. Toda la vida de María apunta hacia su divino hijo. Fue la primera en conocerlo como el Hijo de Dios encarnado. Y fue la primera en decirnos, como hijos suyos que somos: “Hagan todo lo que él les diga” (Jn 2:5).
María fue fiel hasta el amargo final y su historia nos inspira a elevar los ojos hacia Jesús y a unirnos a Él. Como diría santa Teresa de Calcuta: “A través de María llegamos a Jesús.”
Supongo que se puede decir que en cada época de la historia humana ha habido distracciones y ansiedades, pero me parece que en nuestra situación contemporánea resulta especialmente difícil concentrarnos en conocer, amar y servir a Dios. También recibimos constantemente un bombardeo de “malas noticias” y de imágenes negativas, o al menos superficiales, en los distintos medios que nos rodean.
Rezar el Rosario es una manera positiva de alejarnos de todo esto y permitir que nuestras mentes y nuestros corazones se concentren en lo que es verdaderamente bueno y hermoso en nuestras vidas como discípulos misioneros de Jesucristo.
En este mes en especial, rezo para que Nuestra Señora del Rosario interceda por nosotros. Que ella nos inspire con su ternura y su valor a apartar todo aquello que nos distrae y a posar nuestra mirada en su hijo Jesús. †