Cristo, la piedra angular
La no violencia es el único camino a la paz y la armonía racial
“Algunos de ustedes expresaron: Este sistema ya no se aguanta. Tenemos que cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos. Hay que hacerlo con coraje, pero también con inteligencia. Con tenacidad, pero sin fanatismo. Con pasión, pero sin violencia. Y entre todos, enfrentando los conflictos sin quedar atrapados en ellos, buscando siempre resolver las tensiones para alcanzar un plano superior de unidad, de paz y de justicia.”
—Papa Francisco (28 de octubre de 2014).
Este es el primer número de The Criterion de 2018. ¡Feliz año! Que el año que comienza esté repleto de la paz de Cristo.
Durante las próximas semanas hasta la Cuaresma, en la columna “Cristo, la piedra angular,” hablaremos acerca de los temas sociales que los obispos católicos de Estados Unidos hemos recibido el encargo (y el desafío) de abordar. Estos asuntos tan delicados exigen que examinemos muy cuidadosamente el significado de la vida humana, así como la dignidad y el respeto que debemos a todos, sin distinción de raza, sexo, nacionalidad, situación económica o social, o diferencias en el idioma, la cultura o la tendencia política.
Puesto que el 15 de enero se observa en nuestro país el Día del Dr. Martin Luther King, Jr., esta serie de reflexiones comenzará con dos problemas sociales a los cuales se opuso con vehemencia el Dr. King: el racismo y la violencia.
La visión del Dr. King, que inspiró a millones en nuestro país dividido por el racismo y en todo el mundo, es la de que todos los seres humanos han sido creados a imagen y semejanza de Dios. Todos nosotros, independientemente de nuestras diferencias, gozamos de los mismos derechos y las responsabilidades que nos ha otorgado nuestro Padre misericordioso. Esto nos convierte en hermanos llamados a amarnos mutuamente sin excepción, y a valorar y defender los derechos humanos y civiles de todos.
“Me niego a aceptar la visión de que la humanidad esté tan terriblemente sometida a la abyecta oscuridad del racismo y la guerra que la alborada de la paz y la hermandad jamás pueda convertirse en realidad,” declaró el Dr. King. “Estoy convencido de que la verdad desprovista de armas y el amor incondicional tendrán la última palabra.”
Además de su absoluta convicción de que el racismo es un mal que debe superarse con “la alborada de la paz y la hermandad,” el Dr. King tenía la férrea determinación de que la revolución que proponía fuera pacífica. La tentación de responder por la fuerza ante el mal es enorme, especialmente para quienes han sido oprimidos y a quienes se les han negado los derechos humanos fundamentales durante generaciones, el odio y el resentimiento reprimidos deben ser colosales. Resulta natural el deseo de atacar con una fuerza abrumadora a aquellos que cometieron (o que toleraron) un daño tan atroz.
Pero el Dr. King sabía que la violencia no era el camino que conduce a la paz universal y a la hermandad. “La oscuridad no expulsa a la oscuridad; sólo la luz puede lograrlo,” dijo. “El odio no expulsa al odio; sólo el amor puede lograrlo.”
Solamente el amor puede superar el poder del pecado y de la muerte; solamente el amor puede unir a los pueblos profundamente divididos por el odio, los prejuicios y la historia de injusticias. Solamente el amor puede sanar las heridas enconadas del racismo y la destrucción física, emocional y espiritual que provoca la violencia.
Tristemente, casi 50 años después del fallecimiento del Dr. King, el racismo y la violencia continúan siendo fuerzas dominantes en la vida diaria de los estadounidenses, así como también para nuestros hermanos en todo el mundo. Pese a los avances que se han logrado en el transcurso de las últimas cinco décadas, todavía tenemos mucho que aprender de las enseñanzas del Dr. King en cuanto a que el odio no expulsa al odio y que solo el amor puede lograrlo.
En cada nuevo año, nuestro Santo Padre, el papa Francisco, apela a la conciencia de los líderes mundiales y de todos nosotros para que nos concentremos en la paz.
Ninguno de los problemas que enfrenta el mundo pueden resolverse a través de una guerra. La paz y la hermandad que buscamos deben alcanzarse perdonando las heridas y las injusticias del pasado, y mediante la determinación de “reparar el mundo” a través del respeto mutuo y el diálogo, así como del compromiso de aceptar responsabilidad por el prójimo, como miembros de una misma familia humana con igualdad de derechos humanos y dignidad.
En su mensaje en ocasión de la Jornada Mundial de la Paz de este año, el papa Francisco comentó: “Para ofrecer a los solicitantes de asilo, a los refugiados, a los inmigrantes y a las víctimas de la trata de seres humanos una posibilidad de encontrar la paz que buscan, se requiere una estrategia que conjugue cuatro acciones: acoger, proteger, promover e integrar». ¡Seguramente el Dr. King estaría de acuerdo con este enfoque para lograr un cambio social pacífico!
Conforme comienza el nuevo año, los católicos hacemos un llamado especial a María, Reina de la Paz, para pedirle que nos una a todos los hijos de Dios en una lucha no violenta por la paz y la justicia.
¡Que su intercesión y el testimonio del Dr. Martin Luther King Jr., nos inspiren a rechazar “la abyecta oscuridad del racismo y la Guerra” y que nos dediquemos de todo corazón a “la alborada de la paz y la hermandad” que solamente puede provenir de “la verdad desprovista de armas y el amor incondicional!” †