Cristo, la piedra angular
El maltrato al medioambiente es una amenaza para la vida y la dignidad humana
“Laudato si’, mi’ Signore”—“Alabado seas, mi Señor.” En la letra de este hermoso cántico, San Francisco de Asís nos recuerda que nuestro hogar común es como una hermana con la que compartimos a nuestra preciosa madre quien nos abre sus brazos y nos recibe. “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”
(“Laudato Si’,” sobre el cuidado de la casa común,” #1).
En el transcurso de las seis semanas anteriores, he dedicado este espacio a la vida y la dignidad humanas. El aborto, la eutanasia, el suicidio, el racismo, el sexismo, la teoría del nativismo y todas las formas de conductas abusivas y adicción a medicamentos de venta con receta y drogas ilícitas son problemas sociales que amenazan la vida y la dignidad humanas. El Evangelio y las enseñanzas sociales del catolicismo nos desafían a superar estos males en nuestra vida personal y en nuestra cultura.
Uno de los elementos fundamentales de la doctrina social católica es el cuidado de la creación divina. La Iglesia honra la belleza de la creación y nos exhorta a ser administradores responsables de todo lo que Dios ha creado.
El papa Francisco nos recuerda a menudo que existe un vínculo esencial entre la corresponsabilidad con respecto al medioambiente y el cuidado que debemos a los demás seres humanos, en especial a los pobres y los vulnerables.
Recientemente, el papa comentó que: “Si bien la naturaleza está a nuestra disposición, con frecuencia no la respetamos, no la consideramos un don gratuito que tenemos que cuidar y poner al servicio de los hermanos, también de las generaciones futuras. También en este caso hay que apelar a la responsabilidad de cada uno para que, con espíritu fraterno, se persigan políticas respetuosas de nuestra tierra, que es la casa de todos nosotros.”
La Iglesia no solamente tiene el compromiso de proteger el medioambiente sino que, por encima de todo, procura proteger a la humanidad contra la autodestrucción. Al respetar y cuidar la vida humana, ampliamos nuestra capacidad de respetar y cuidar el obsequio de la creación divina.
Para ser buenos administradores de este magnífico regalo de la creación de Dios debemos primero reconocer el papel que Él desempeña como autor y verdadero amo de todo lo que existe, tanto de lo visible como del universo invisible. La función que nos corresponde como administradores es expresar agradecimiento, en palabras y en obras, y cumplir con nuestra parte para cultivar y proteger todo lo que el Dios Creador nos ha confiado. Para que esto suceda, es esencial que desarrollemos una relación profunda entre seres los humanos y el medioambiente que refleje el amor de Dios hacia toda la creación.
En las primeras oraciones de su encíclica “Laudato Si’ ” (Alabado seas), el papa Francisco expresa claramente que la creación de Dios no es un objeto que debamos manipular a nuestro antojo. Es como una hermana, nuestra “madre tierra,” que debemos tratar con reverencia, respeto y cariño.
“Laudato Si’ ” no es un tratado sobre política, economía o ciencia sino una encíclica—una carta con valor formativo—que está profundamente arraigada en el himno de alabanza cuyo verso final trata sobre la Hermana Muerte, compuesta por San Francisco de Asís en su lecho de muerte en el año 1226. Este magnífico himno franciscano se llama el “Cántico de las criaturas,” y a menos que apreciemos su importancia como una expresión de la auténtica ecología cristiana, no podremos comprender a plenitud la importancia de las enseñanzas del Santo Padre en “Laudato Si’.”
“Laudato Si’ ” explora el lazo inseparable que existe entre cuidar del medio ambiente y el amor por la humanidad, aspectos que por sí mismos hacen que la paz y la justicia sean posibles. El papa nos dice que no podemos ser verdaderamente solidarios con el medio ambiente a menos que amemos desinteresadamente y seamos justos en nuestro trato con los demás seres humanos, especialmente con los más vulnerables, los pobres, los enfermos y los que no han nacido.
La profunda reverencia y el respeto por todas las criaturas divinas emana no de la filosofía ni de la ciencia, sino del profundo amor que cada uno de nosotros está llamado a sentir por nuestro Dios Creador. Porque amamos a Dios, amamos todo aquello que Él ha creado.
A lo largo del desarrollo de “Laudato Si’ ” se entretejen siete principios clave de la doctrina social católica, a saber: la vida y la dignidad de la persona humana; el llamado a vivir en familia, en comunidad y a participar; los derechos y las responsabilidades; opciones para los pobres y los vulnerables; la dignidad del trabajo y los derechos de los trabajadores; la solidaridad y el cuidado de la creación de Dios. Desde la perspectiva de la justicia, ninguno de estos principios es opcional. Esto convierte al “cuidado de la creación” en una cuestión de vida, en un aspecto esencial de nuestro esfuerzo por reverenciar y defender a toda la vida humana.
Conforme nos preparamos para la temporada santa de la Cuaresma, época de arrepentimiento y renovación, oremos por la gracia de ser buenos administradores de todos los dones de Dios (tanto materiales como espirituales). Oremos también para tener el valor de defender la vida y la dignidad humana y para cuidar de nuestra casa común. †