Cristo, la piedra angular
El Buen Pastor da la vida por nosotros
“Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo lo conozco a él, y doy mi vida por las ovejas”
(Jn 10:14-15).
Este fin de semana celebramos el cuarto domingo de Pascua, el Domingo del Buen Pastor. Las lecturas que nos presenta la Iglesia este domingo hablan acerca del intenso amor y la preocupación que siente Jesús, el Buen Pastor, por nosotros, sus hermanos y hermanas, y de los sacrificios que Dios ha hecho para garantizar nuestra salvación.
El tema del “buen pastor” resuena en todo el Antiguo y el Nuevo Testamento, como señal del amor desinteresado. En el Salmo 23 rezamos “El Señor es mi pastor [...] me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal” (Sal 23:3-4).
En el Evangelio según san Juan, Jesús nos dice “Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y la dispersa” (Jn 10:11-12).
Jesús no es como el asalariado, un pastor indiferente. Sus ovejas (todos nosotros) le pertenecemos, somos suyos y lo que le ocurre a cada uno de nosotros le atañe personalmente a él. Jesús prefiere morir que vernos dispersos del rebaño de su Iglesia o que el inicuo nos arrebate de su lado.
Esta es una de las imágenes más impactantes de la Biblia, el cuidado personal y el compromiso que siente nuestro Dios hacia cada uno de nosotros. “¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios,” nos dice san Juan en la segunda lectura del cuarto domingo de Pascua (1 Jn 3:1-2). “Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.”
En la plenitud del tiempo todos seremos como Jesús y lo veremos tal cual es. ¡Qué testimonio tan poderoso de fe, esperanza y amor! Pese a nuestra debilidad, nuestro egoísmo y el pecado, seremos miembros plenos de la familia de Dios. La sangre de Cristo, el Buen pastor, que ha entregado su vida por nosotros, nos “lavará.” Tal como lo expresa san Juan “El que tiene esta esperanza en él, se purifica, así como él es puro” (1 Jn 3:3).
El papa Francisco a menudo ha empleado imágenes del buen pastor y sus ovejas para ilustrar lo importante que es que resistamos a la tentación de ser indiferentes a las necesidades de nuestros hermanos y hermanas. De hecho, tiene una cruz pectoral que ilustra a Jesús como el Buen Pastor en medio de un rebaño de ovejas.
Quizá una de las imágenes más famosas de esta idea que planteó el papa a comienzos de su pontificado es que los pastores deben permanecer cerca de los marginados y que deben adoptar “el olor a ovejas.” Cuando un pastor “no arriesga su propio pellejo y su corazón, jamás escucha una palabra de agradecimiento sincero” proveniente de aquellos a quienes ministra, afirma el papa. Un buen pastor está tan cerca de su pueblo que internaliza sus temores y esperanzas; se vuelve como ellos, adopta “el olor a ovejas.”
La buena nueva de la época de la Pascua, y siempre, es que Dios está tan cerca de nosotros que se convirtió en uno de nosotros, adoptó nuestra carne, sangre y olor. Y lo que es más: dio su vida por nosotros, entregándola por el bien de sus ovejas. Luego, por el milagro del amor del Padre por sus amados, Jesús fue crucificado por nosotros y resucitó de entre los muertos. Tal como lo expresa san Pedro en Hechos de los Apóstoles (Hechos 4:8-12), la piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. El Buen Pastor que entregó su vida por nosotros la ha retomado para que nosotros podamos ser salvos.
En Hechos, San Pedro nos asegura que la salvación solo es posible a través de Jesús, el Buen Pastor. A medida que continuamos con las celebraciones de la Pascua, demos gracias a Dios por el ministerio del Buen Pastor en nuestras vidas. Recemos para que nuestros pastores y todos aquellos llamados a ser discípulos misioneros, sigan su ejemplo y se mantengan cerca de su pueblo al punto de adoptar “olor a ovejas.” †