Cristo, la piedra angular
Las características fundamentales de una escuela católica
¿Cuáles son características fundamentales que distinguen a una escuela católica? ¿Qué constituye la “identidad católica” de una escuela?
No se trata de los signos externos: los crucifijos en las paredes de las aulas, las imágenes y las estatuas de santos, los hábitos que visten los religiosos, las cajitas o las canastas que se usan para recoger dinero para las misiones. Estos son símbolos físicos (sacramentales) importantes que nos recuerdan verdades más profundas, pero no son los elementos esenciales que hacen que una escuela sea católica.
La identidad católica puede describirse de muchas formas, pero he aquí tres elementos fundamentales: evangelización, catequesis y justicia social.
Primero, una escuela católica debe dar testimonio público acerca de la persona de Jesucristo y su mensaje (evangelizar). Las escuelas católicas existen para proclamar el Evangelio. Todo en la escuela—el plan de estudio, las liturgias y retiros, las actividades deportivas y sus programas de servicio—deben ofrecer a los alumnos (así como al personal y a las familias) oportunidades para encontrar a la persona de Cristo, convertirse en sus discípulos y proclamar a todo el mundo nuestra salvación en él.
Los símbolos que mencioné anteriormente nos recuerdan y nos ayudan en nuestra misión evangelizadora, pero el elemento más importante de la identidad de una escuela católica es su compromiso de hacer que la presencia de Cristo sea evidente para todo aquel que acuda a la escuela o que esté en contacto con esta.
En segundo lugar, una escuela católica debe impartir la fe católica (catequesis). El misterio de Dios, tal como nos lo revela la vida, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, es la materia fundamental de una educación católica. Todo lo demás que enseñamos, como parte de un genuino compromiso con la excelencia académica, es para profundizar en las maravillas de la creación de Dios y la historia de nuestra salvación. Todas las disciplinas académicas revelan de formas parciales y preliminares las obras del Espíritu Santo en nuestro mundo desde el inicio de los tiempos. Mientras más aprendemos sobre matemática y ciencia, la diversidad de idiomas y culturas, los altibajos de la historia universal y la historia de nuestras comunidades locales, más nos damos cuenta de que las enseñanzas de nuestra Iglesia, según están plasmadas en las Escrituras y en nuestra tradición católica, representan la verdad y cómo son realmente las cosas. Las escuelas verdaderamente católicas son vibrantes entornos de formación que fomentan la curiosidad y la apertura a nuevas formas para vivir y aprender.
Por último, para poder considerarla verdaderamente católica, la escuela debe enseñar a sus alumnos, y a todos los miembros de la comunidad escolar, a acercarse al prójimo y a asumir responsabilidad por el bienestar de toda la creación divina (justicia social). Las escuelas católicas no existen para beneficiarse a sí mismas, sino por el bien de los alumnos y las comunidades que atienden.
A menudo una escuela católica es un “bastión” en su barrio, una fuente de estabilidad e integridad moral. Existen motivos socioeconómicos que provocan este efecto bastión, pero fundamentalmente, una escuela verdaderamente católica presta servicio a su barrio y a su comunidad porque reconocemos que no podemos amar a Dios como deberíamos a menos que también amemos al prójimo. La justicia social es un elemento constitutivo del Evangelio, lo que significa que también debe ser un elemento constitutivo del plan de la vida cotidiana de cada escuela católica.
La evangelización, la catequesis y la justicia social son esenciales para la identidad católica de una escuela. Todo en una escuela católica debe dar testimonio de las enseñanzas y el mensaje de Jesucristo. Las enseñanzas católicas deben integrarse en cada aspecto del plan de estudio y de los programas de la escuela, y esta debe ayudar a sus alumnos a ir más allá de la parroquia y los límites de la escuela para atender las necesidades de los demás.
Una escuela es verdaderamente católica cuando reconoce que está llamada a cumplir con estos tres objetivos fundamentales: presentarnos a la persona de Jesucristo, ayudarnos a entender el mundo a través de la sabiduría de nuestras enseñanzas católicas y desafiarnos a atender las necesidades de los demás, tal como lo hizo Jesús.
En la Arquidiócesis de Indianápolis tenemos la bendición de contar con excelentes escuelas católicas y con programas parroquiales de formación religiosa que se distinguen por su identidad católica. Recemos para que nuestros maestros y catequistas, nuestros pastores y padres, y especialmente los niños, jóvenes y jóvenes adultos de nuestras parroquias y escuelas en todo el centro y el sur de Indiana que entregan tanto (y reciben tanto) al conocer a Jesús, aprendan sobre las maravillas de la creación de Dios y se esfuercen por convertir nuestro mundo en un mejor lugar. †