Cristo, la piedra angular
Una lista de agradecimiento nos ayuda a recordar las bendiciones de Dios
“Hace más de trescientos años, nuestros ancestros … muy lejos de su hogar, en una tierra salvaje, dedicaron un tiempo para dar gracias. En el día indicado, ofrecieron su agradecimiento reverente por la seguridad, la salud de sus hijos, la fertilidad de sus campos, el amor que los mantenía juntos y la fe que los unía a Dios.” (Presidente John F. Kennedy, proclamación del Día de Acción de Gracias, 1963)
La próxima semana celebramos la festividad del Día de Acción de Gracias. Se trata de un día para expresar nuestro “agradecimiento reverente” por las bendiciones que hemos recibido. También es un momento para estar con familiares y amigos, disfrutar de encuentros deportivos, desfiles y todo lo bueno de la vida.
La gente sabia a menudo dice que el secreto de la felicidad y de una vida razonablemente desprovista de preocupaciones es la gratitud. El hombre o la mujer que puede decir “gracias” ha descubierto la clave de la felicidad. No se trata de magia ni de milagros; es la sencilla verdad: el agradecimiento es bueno para el alma. Dar gracias es un bálsamo sanador para los corazones afligidos.
La Iglesia nos enseña que aquel al que debemos agradecer, por encima de todo, es a Dios. Hemos sido bendecidos con los dones de Dios y la vida es el primero de ellos. Qué maravilloso regalo por el cual debemos sentirnos agradecidos: la oportunidad de vivir y compartir la bondad de la creación como personas creadas a imagen y semejanza de Dios.
La libertad es otro de los dones de Dios. Podemos aceptarla o rechazarla. Es nuestra decisión elegir cómo vivimos. Podemos decir lo que pensamos y pensar lo que queremos; somos libres incluso cuando estamos en la cárcel o nos sentimos obligados a actuar en contra de nuestra voluntad. Nadie controla nuestro espíritu. Somos hijos e hijas de Dios, personas libres y esa libertad es nuestra para disfrutarla o abusarla a voluntad, para bien o para mal.
Muchos de nosotros hemos recibido el don de la salud; muchos tenemos comida, vivienda y ropa (algunos tienen mucho más que las necesidades básicas de la vida). La mayoría de nosotros ha sido bendecida con familias amorosas y buenos amigos; la mayoría de nosotros tiene trabajo, una forma de ganarnos el sustento diario y contribuir al bien común. Por agradecimiento a Dios ante estos preciosos dones, estamos llamados a acercarnos a los demás, especialmente a aquellos que no han sido tan bendecidos como nosotros, para compartir lo que tenemos y dar gracias por nuestras acciones más que por nuestras palabras.
¿Alguna vez ha redactado una lista de agradecimientos? Se trata de un maravilloso ejercicio espiritual. La mayoría está acostumbrada a identificar todo aquello de lo cual se quejan: todo aquello que les sale mal en la vida, todas las personas a quienes se sienten tentados a culpar por su infelicidad. Si usted tiene una lista así (una “lista de ingratitud”), tírela a la basura puesto que solo sirve para alimentar su sensación de resentimiento y de lástima por sí mismo. ¿Por qué no reemplazarla con una lista de todas las personas y cosas por las que se siente agradecido? Esa es una mejor forma de encontrar sanación y esperanza, pese a sus propios dolores y sufrimientos.
Una lista de agradecimiento saludable comienza con el Señor que nos ha bendecido de muchas formas y nos invita a crecer próximos a Él en la oración. Nuestros padres, ya sea que estén vivos o sean difuntos, deben estar en nuestra lista de agradecimiento, al igual que nuestros familiares, amigos y compañeros de trabajo. También debemos incluir a aquellos que han sacrificado sus vidas por el bien de nuestra libertad.
Decir “gracias” es una forma de sanar dolores interiores. Es una forma de recordar que la vida es mucho más que las dificultades, los dolores o la infelicidad que sentimos en la cotidianidad. Estas son las cruces que estamos llamados a cargar al seguir a Jesús en el camino hacia nuestro hogar celestial.
Ciertamente él tenía motivos para sentirse amargado, resentido y molesto, pero eligió una mejor forma: el camino de la alegría y la paz. Durante la Última Cena agradeció a su Padre celestial de una manera formal y nos perdonó a todos mientras estaba clavado en la cruz. Les confirió a sus discípulos (de entonces y de ahora) la alegría de la Pascua y los dones del Espíritu Santo en Pentecostés.
No debemos minimizar el sufrimiento y la infelicidad muy reales de los demás ni tampoco debemos desestimar las preocupaciones de la gente animándolos simplemente a que “tengan pensamientos felices.” Una evaluación honesta de nuestros dones y bendiciones puede ser decisiva a la hora de cambiar nuestra perspectiva con respecto a la vida y ayudarnos a encontrar motivos de alegría.
Si todos los días fueran días de acción de gracias, seríamos mucho más felices, sanos y estaríamos más en paz con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea.
Haga una lista de agradecimientos durante este fin de semana del Día de Acción de Gracias y revísela a menudo durante las fiestas decembrinas. ¡Se sentirá feliz (y agradecido) de haberlo hecho! †