Cristo, la piedra angular
Buscar la credibilidad a través de ‘la cercanía, el amor y el testimonio’
“Cuiden como pastores el rebaño de Dios que está a su cargo, no por obligación ni por ambición de dinero, sino con afán de servir, como Dios quiere. No sean tiranos con los que están a su cuidado, sino sean ejemplos para el rebaño” (1 Pe 5:2–3).
La fecha de publicación de esta columna es el 22 de febrero, la festividad de la Cátedra de San Pedro Apóstol. La cátedra (que proviene de la palabra latina cathedra que significa silla) que conmemoramos hoy es el símbolo de la autoridad de san Pedro como docente y como vicario de Cristo. Cuando el papa enseña ex cathedra (desde la silla), habla con la plena autoridad que Cristo le confirió a san Pedro al decirle: “Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo” (Mt 16:19).
Todos los obispos católicos comparten el ministerio de la enseñanza del vicario de Cristo, el papa. Tenemos catedrales que albergan las sillas que simbolizan nuestro ministerio de enseñanza. Los obispos no enseñan ex cathedra individualmente sino como un cuerpo, en comunión con el sucesor de san Pedro, y lo hacemos con autoridad en cuestiones de fe y moral. Esta es una obligación solemne y también representa una confianza sagrada que se puede descuidar o de la cual se puede abusar si el obispo no está atento a las exigencias de su ministerio de enseñanza.
La preocupación de la que se habla a menudo hoy en día acerca del perjuicio que han causado el papa y los obispos a la credibilidad de la Iglesia por nuestra incapacidad de abordar el problema del abuso sexual de menores es un asunto muy grave.
De manera objetiva, la autoridad docente del magisterio permanece inalterada puesto que se fundamenta firmemente en san Pedro, la piedra. Pero es posible que el impacto de las enseñanzas de la Iglesia merme si los seres humanos pecadores a los cuales se les ha confiado la obligación solemne de interpretar la Palabra de Dios no practican lo que predican. Este es uno de los motivos por los cuales el papa Francisco y los presidentes de las conferencias de obispos católicos de todas las países y regiones se reúnen en el Vaticano esta semana para restituir la credibilidad de la Iglesia.
En su primera carta, san Pedro les aconseja a sus hermanos obispos que enseñen con su ejemplo (1 Pe 5:2–3). Aquello que era cierto en los albores de la Iglesia continúa siendo de vital importancia hoy en día: Quienes proclaman el Evangelio de Jesucristo no pueden enseñar solamente sus palabras. A menos que nuestras vidas reflejen la verdad de las enseñanzas de Cristo, nadie escuchará nuestras palabras. A menos que las frases, las parábolas y las instrucciones del Señor tengan un paralelismo con nuestra forma de vida hoy en día, su impacto será menor.
En su encíclica titulada “Evangelii Gaudium,” el papa Francisco escribe: “Cabe recordar que todo adoctrinamiento ha de situarse en la actitud evangelizadora que despierte la adhesión del corazón con la cercanía, el amor y el testimonio” (#42).
En la misma exhortación apostólica, Santo Padre nos exhorta a practicar el arte de la escucha que afirma que es más que oír. “Lo primero, en la comunicación con el otro, es la capacidad del corazón que hace posible la proximidad, sin la cual no existe un verdadero encuentro espiritual. La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la tranquila condición de espectadores” (#171).
Celebrar la cátedra de san Pedro significa estar conscientes del hecho de que una auténtica enseñanza no se produce de una forma casual o unidimensional; conlleva a una reflexión piadosa acerca de la Palabra de Dios, escuchar atentamente a aquellos con quienes compartimos la Palabra viva de Dios y enseñar con el ejemplo. La evangelización eficaz requiere la credibilidad que solamente se puede lograr a través de “la cercanía, el amor y el testimonio.”
El papa Francisco hace bien en reunir a los obispos de todas las conferencias del mundo para abordar la respuesta de la Iglesia ante la crisis del abuso sexual. Su primera prioridad debe ser proteger a los vulnerables y responder a las necesidades de las víctimas sobrevivientes, pero restituir por completo la credibilidad de la Iglesia también debe ser una consideración vital en este momento.
En la exhortación apostólica “Evangelii Nuntiandi” (sobre la evangelización en el mundo contemporáneo), el Pablo VI responde a la pregunta planteada en el Sínodo de Obispos de 1974: “¿Qué eficacia tiene en nuestros días la energía escondida de la Buena Nueva, capaz de sacudir profundamente la conciencia del hombre?” (#4). La pregunta acerca de la “energía escondida” del Evangelio es algo que debemos plantearnos nuevamente en esta época de crisis en la Iglesia. ¿Acaso el poder de la Palabra de Dios ya no es algo que se puede captar a simple vista por nuestra falta de credibilidad? ¿O podemos desatar su poder mediante nuestro testimonio fiel del ministerio de enseñanza que Jesús le confió a Pedro?
Como obispos en comunión con el sucesor de san Pedro debemos escuchar con atención y practicar lo que enseñamos. Les pido que recen por mí, por el papa Francisco y por todos los obispos para que podamos ser testigos fidedignos del Evangelio. †