Cristo, la piedra angular
La Temporada de la Creación es un llamado a la oración y a la acción
(La columna de esta semana del arzobispo Charles C. Thompson destaca la Temporada de la Creación de la Iglesia que se iniciará próximamente. Sus reflexiones sobre el nuevo libro del obispo Robert E. Barron, titulado Carta a una Iglesia que sufre: un obispo habla sobre la crisis de abusos sexuales, continuará la semana que viene.)
La Temporada de la Creación invita a todos los cristianos a reunirse en oración y acción para proteger la creación. Se trata de un mes de celebración que comienza el 1 de septiembre con la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación y culmina el 4 de octubre con la festividad de san Francisco de Asís.
En su carta de fecha 1 de septiembre de 2015, en la que estableció la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, el papa Francisco declara:
“La Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que se celebrará anualmente, ofrecerá a cada creyente y a las comunidades una valiosa oportunidad de renovar la adhesión personal a la propia vocación de custodios de la creación, elevando a Dios una acción de gracias por la maravillosa obra que Él ha confiado a nuestro cuidado, invocando su ayuda para la protección de la creación y su misericordia por los pecados cometidos contra el mundo en el que vivimos.”
Desde la publicación en 2015 de la encíclica del papa Francisco titulada “Laudato Si’, sobre el cuidado de la casa común,” la Iglesia se ha empeñado aún más en unirse a los cristianos y a todas las personas de buena voluntad para responder con urgencia a los efectos de la degradación medioambiental y el cambio climático.
El tema de la Temporada de la Creación de este año, “La red de la vida,” destaca la función de la humanidad como sanadora y administradora de la creación, así como la necesidad de proteger la biodiversidad de todas las especies vivas. La gloria de Dios se revela en toda la creación.
A medida que celebramos esta temporada, dediquémonos con mayor empeño a “redescubrir” a Dios en toda la creación.
En el oeste medio del país gozamos de maravillosos paisajes: planicies tapizadas de hierba, colinas ondulantes, bosques, ríos y lagos, todo ello aguardando a que lo descubramos. Con cada encuentro se profundiza esa sensación de fascinación y tomamos una nueva conciencia de nuestro Creador, así como también de nuestro lugar único en toda la creación.
Al vivir a Dios a través de la creación podemos valorar de una forma más completa el hecho de que todos los seres vivientes estamos interconectados. El famoso naturalista estadounidense de ascendencia escocesa, John Muir, en algún momento expresó esta realidad de la siguiente forma: “El sol no brilla sobre nosotros sino dentro de nosotros. Los ríos no fluyen junto a nosotros sino a través de nosotros.”
El vínculo íntimo que experimentamos con la creación nos une entre nosotros y con Dios de tal forma que, cuando algo le ocurre a uno, esto repercute sobre todo y todos, tanto los que están cerca, como lejos, para bien y para mal.
Cuando sentimos una profunda comunión con la creación, comenzamos a ver a cada persona y a cada objeto como un “regalo.” A través de esta nueva conciencia crece en nosotros un sentido de apreciación y agradecimiento hacia el Creador y cada criatura. La reverencia y el respeto incrementan nuestro deseo de preservar y protegerlos para futuras generaciones.
Las acciones de protección motivadas por nuestra fe pueden adoptar distintas formas, dependiendo de nuestras circunstancias personales. Sin embargo, nada es más poderoso que hacer algo positivo para lograr que el mundo sea un mejor lugar.
Un examen de conciencia puede mostrarnos aquello que debemos mejorar en nuestras vidas para reducir los impactos negativos y aumentar los positivos: desde decisiones relacionadas con compras y cambios en el estilo de vida, hasta un uso más consciente de los recursos energéticos y la disminución de la generación de desechos. Santa Elizabeth Ann Seton nos recuerda que debemos “vivir sencillamente para que otros sencillamente puedan vivir.”
Como un signo exterior de unidad y acción, quizá los parroquianos podrían aunar esfuerzos durante la festividad de san Francisco de Asís para plantar árboles en las parroquias y en sus casas.
También los exhorto a que usen la “Oración para el cuidado de la casa común” de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, basada en “Laudato Si’ ”:
Padre de todo,
creador y rey del universo, Tú nos confiaste el mundo como un regalo.
Ayúdanos a cuidarlo así como a todos sus pueblos para que podamos vivir en armonía contigo,
con nosotros mismos,
entre nosotros
y con la creación.
Cristo nuestro Señor, hombre y Dios,
tú que viviste entre nosotros y moriste por nuestros pecados, ayúdanos a imitar tu amor por la familia humana
en el reconocimiento de que todos estamos conectados con nuestros hermanos de todo el mundo,
con los que viven en la pobreza a causa de la devastación medioambiental
y con las futuras generaciones.
Espíritu Santo, dador de sabiduría y amor,
tú que respiras vida en nosotros y nos guías, ayúdanos a vivir según tu visión,
promoviendo la acción en los corazones de todos:
personas y familias,
comunidades de fe,
líderes cívicos y políticos.
Dios trino, ayúdanos a escuchar el clamor de los que viven en la pobreza y el grito de la tierra para que juntos cuidemos de nuestra casa común. Amén.
Que esta Temporada de la Creación sea de oración fervorosa, un “redescubrimiento” sorpresivo y unión en la acción que conlleve un amor renovado, cuidado y protección de nuestro planeta. †