Cristo, la piedra angular
Que el Adviento sea una época de esperanza y perdón
“Estén, pues, vigilantes ya que no saben en qué día vendrá el Señor. Piensen que si el amo de la casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, vigilaría para impedir que le perforen la casa. Así pues, estén también ustedes preparados, porque cuando menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre” (Mt 24:42-44).
Ayer celebramos la festividad del Día de Acción de Gracias, un momento para expresar nuestro agradecimiento por todas las bendiciones de Dios. Este fin de semana celebramos el Primer Domingo de Adviento, una temporada de alegre expectativa ante la llegada de nuestro Señor. ¡Ambas deben ser ocasiones de gran alegría!
Pero el Adviento también es una época de penitencia ya que nos preparamos para recibir los dones del perdón y la misericordia que Jesucristo compartirá con nosotros cuando vuelva nuevamente. Durante esta temporada santa, unificamos nuestros corazones y nuestras vidas con ansiosa expectativa por el regreso de nuestro Señor.
El perdón era el motivo de Dios para enviar a su único hijo para que naciera entre los hombres. A consecuencia del pecado humano nos separamos de la bondad de Dios y sufrimos el exilio del jardín de la paz y la prosperidad. Por la gracia de Dios, hemos sido salvados en Cristo Jesús y nuestros pecados han sido perdonados.
Como cristianos, creemos en el perdón de los pecados y que la gracia de Jesucristo nos ha abierto el camino para arrepentirnos y transformarnos. La temporada del Adviento se caracteriza por el llamado de san Juan el Bautista a la metanoia (una profunda conversión personal), una época de expectativa y esperanza. Nada de lo que hagamos como personas o como pueblo de Dios puede enajenarnos completamente del amor y el perdón divino.
Creemos que Jesucristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte y en consecuencia, la muerte humana ha perdido su cualidad de permanencia. Creemos que Jesús vendrá otra vez. “No saben qué día vendrá el Señor,” nos dice el Evangelio según san Mateo (cf. Mt 24:42), pero nuestra fe nos asegura que si morimos en la gracia de Dios nos levantaremos nuevamente en el Día Final y, por la misericordia de Dios, nos reuniremos con Cristo en la alegría del cielo.
El niño acostado en el pesebre en Belén es Dios encarnado; su cuerpo humano es sagrado porque está íntima e indisolublemente unido a su naturaleza divina.
Nuestra carne humana ha sido santificada por la encarnación del Señor. Puesto que somos sus hermanos, hechos a imagen y semejanza de Dios, nuestros cuerpos también son sagrados. El pecado es el motivo de nuestro sufrimiento y muerte, pero Jesucristo ha triunfado por encima del mal, incluida la muerte. Creemos en la resurrección de la carne porque Jesucristo se levantó de entre los muertos y ascendió al cielo para prepararnos un lugar en el reino de la vida eterna.
La Navidad no es solamente un recordatorio afectuoso del nacimiento de Jesús niño sino una afirmación alegre de que él es la Sagrada esperanza que volverá nuevamente al final de los tiempos. Creemos que Jesucristo volverá porque sabemos que siempre cumple sus promesas.
El perdón es un tema del Adviento porque somos un pueblo de profunda esperanza ¿y qué mayor esperanza que la seguridad de que nuestros pecados pueden ser perdonados y que podemos superar la crueldad y la aparente rotundidad de la muerte?
Ojalá pueda usted apartar un tiempo en esta época de Adviento para acudir al confesionario y buscar el perdón de Dios que se encuentra a disposición de todos en el sacramento de la penitencia y el Señor jamás es avaro en cuanto a compartir con nosotros la abundancia de su misericordia.
Ojalá acudan periódicamente a la misa en esta época de Adviento puesto que en la Eucaristía es donde vivimos una conexión más íntima con Jesucristo a través de su Palabra y en el sacramento de su Cuerpo y su Sangre. En la misa damos gracias a Dios por su presencia entre nosotros pero también rezamos por su venida otra vez al final de los tiempos. No sabemos cuándo vendrá el Día Final, pero sabemos con la certeza de la fe que nos involucrará a cada uno de nosotros (“a todos los vivos y los muertos”) en un momento de evaluación que determinará cómo pasaremos el resto de la eternidad.
¡Gracias a Dios, somos un pueblo de esperanza que cree en el perdón de los pecados! Por eso esperamos la segunda venida de Jesucristo con la misma expectativa y anhelo que sintieron María, José y los pastores en la primera Navidad.
Maranatha! ¡Ven, Señor Jesús! Que esta época de Adviento sea un momento de esperanza y perdón para cada uno de nosotros y nuestra Iglesia. †