Cristo, la piedra angular
Recemos por la protección legal de los niños en gestación
“En aquella ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: ‘¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?’ Jesús llamó a un niño y, poniéndolo en medio de ellos, dijo: ‘Les aseguro que, si no cambian de conducta y vuelven a ser como niños, no entrarán en el reino de los cielos. El más importante en el reino de los cielos es aquel que se vuelve pequeño como este niño. Y el que recibe en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe’ ” (Mt 18:1-5).
Hace dos días, el miércoles 22 de enero, la Iglesia de los Estados Unidos observó una jornada de oración para la protección legal de los niños en gestación. Esta observancia litúrgica cumple dos propósitos: primero, porque cada misa es una celebración de agradecimiento (el verdadero significado de la palabra eucaristía), damos gracias por el don de la vida que siempre es precioso e inviolable. Segundo, puesto que nuestro Señor afirmó el lugar que ocupaban los niños en el reino de Dios, lamentamos la pérdida de todos los niños que han muerto y rezamos con intenso fervor para que todos (especialmente los que no han nacido) queden al amparo de las leyes promulgadas y aplicadas por el gobierno local, estatal y federal.
Los principios morales son muy claros: cuando no protegemos a niños y adolescentes contra todas las formas de maltrato y abuso o no protegemos a nuestras comunidades contra todas las formas de violencia, fracasamos en nuestros deberes más sagrados como miembros de la familia de Dios. Tal como nos lo ha advertido en repetidas ocasiones el papa Francisco, el pecado de la indiferencia pesa enormemente en nuestras conciencias como discípulos misioneros porque todo aquello que hagamos (o dejemos de hacer) a esos hermanos, se lo hacemos (o se lo dejamos de hacer) a nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
Según lo expresamos los obispos de Indiana en el prefacio de nuestra carta pastoral publicada en 2015, “Pobreza en la Encrucijada: la respuesta de la Iglesia ante la pobreza en Indiana”:
“Como obispos que sirven al pueblo de Dios, nos concierne todo el mundo, independientemente de su credo, raza, origen étnico o situación socioeconómica. Cristo vino para salvar a toda la humanidad. Como sus ministros, se nos ha entregado la responsabilidad de proseguir con la labor de Cristo al servicio de todos nuestros hermanos y hermanas aquí en el estado de Indiana.
“Al mismo tiempo, los obispos poseemos la obligación especial de cuidar a los integrantes más vulnerables de la familia de Dios. Es por ello que prestamos especial atención a aquellos seres que todavía no han nacido, a los enfermos y los ancianos, a los prisioneros, a aquellos aquejados por distintas formas de adicción o de padecimiento mental, y nos preocupamos por la educación de las personas procedentes de distintos orígenes y circunstancias. Este es el motivo por el cual nos preocupamos de un modo muy especial por nuestros hermanos y hermanas que se encuentran en la pobreza.”
Existe una “coherencia ética” que nos exige que protejamos toda la vida humana y esto comienza con nuestros hermanos más vulnerables: los niños en gestación, los ancianos y los enfermos, los que padecen trastornos físicos o mentales graves y todos aquellos que son marginados sociales, políticos o jurídicos en nuestra sociedad. Independientemente de quiénes sean, de dónde provengan o qué han hecho, sus vidas son sagradas por lo que las leyes y las costumbres de nuestra sociedad deben brindarles una protección completa.
Nadie es más vulnerable y más digno de protección jurídica que un niño que se encuentra en el vientre de su madre. En años recientes se han hecho avances en muchos estados que han promulgado leyes que aumentan las protecciones jurídicas. El índice de abortos ha disminuido debido en parte al aumento de conciencia con respecto a la santidad de cada vida humana y de las nuevas protecciones jurídicas. Pero todavía es necesario hacer mucho más. La pérdida de tan solo un niño inocente es un acto inaceptable para todos los que creen en la dignidad y la inviolabilidad de cada vida humana.
Cuando le preguntaron a Jesús “¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?” (Mt 18:1) no dudó en responder que los niños, y aquellos que actúan con la inocencia de los niños, tienen un puesto de honor en el reino de Dios. La inocencia, la humildad y la vulnerabilidad son características que toda sociedad debe valorar y respetar pues la alternativa a esto es el caos y la brutalidad, ya sea explícita u oculta.
Por ello, una vez al año, en el día del aniversario de la fatídica decisión de la Corte Suprema de los EE. UU. con respecto al caso Roe v. Wade, nuestra Iglesia observa un día especial en la Jornada de Oración para la Protección Legal de los Niños en Estación. Por supuesto que solo un día de oración no es suficiente. Debemos rezar constantemente y complementar nuestras oraciones con defensoría y acción en nombre de nuestros hermanos en gestación.
Jesús nos dijo que “el más importante en el reino de los cielos es aquel que se vuelve pequeño como este niño. Y el que recibe en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.”
Recemos para recibir la humildad y tener el valor para proteger a nuestros niños en gestación. Siempre. †