Cristo, la piedra angular
El matrimonio involucra amor abnegado
El calendario litúrgico de la Iglesia especifica el día de hoy, 14 de febrero, como memorial opcional de los santos Cirilo y Metodio, dos hermanos a quienes se les atribuye ampliamente la evangelización de los pueblos eslavos en el siglo IX, mediante la invención de lo que se conoce hoy en día como el alfabeto cirílico, la posterior traducción de las escrituras a eslavo antiguo y la enseñanza de la fe cristiana en el idioma nativo de dichos pueblos. En reconocimiento a su importancia, el papa san Juan Pablo II declaró a los santos Cirilo y Metodio copatronos de Europa, conjuntamente con san Benedicto de Nursia.
La cultura secular identifica el 14 de febrero con san Valentín cuyos orígenes históricos resultan imprecisos pero cuyas leyendas populares continúan siendo muy poderosas. Una de las historias atribuidas a esta figura del siglo III es que desafió al emperador romano al casar a las parejas en secreto, lo cual provocaba que los esposos quedaran eximidos de prestar servicio militar.
Otra leyenda dice que para recordar a estos hombres sus votos y el amor de Dios, se dice que san Valentín cortaba corazones de pergamino y se los entregaba a los soldados y los cristianos perseguidos, lo cual podría explicar el origen del uso difundido de los corazones en el Día de San Valentín.
Otra leyenda sugiere que en el año 269 A.D., Valentín fue sentenciado a una ejecución de tres partes (azotes, lapidación y decapitación) por su defensa del matrimonio cristiano. Mientras se encontraba en prisión, curó a la hija de su carcelero y, según cuenta la leyenda, plasmó sus últimas palabras en una nota a la joven que firmó “de tu Valentín.”
Lo que estas leyendas tienen en común es que combinan el amor romántico de hombres y mujeres con el amor abnegado de mártires como san Valentín quien enfrentó la cárcel y la muerte en vez de negar la verdad acerca del matrimonio cristiano.
La verdad es que el matrimonio cristiano requiere sacrificio; no se trata sencillamente de una conexión emocional, erótica o pragmática entre dos personas que ha sido oficialmente sancionada por la sociedad. Es una comunión (unirse como si fueran uno solo) entre un hombre y una mujer, en la que cada uno de ellos renuncia a una parte de su autonomía individual para convertirse en «una sola carne». Todo amor genuino requiere abnegación, pero la noción cristiana del matrimonio convierte esta entrega mutua de esposo y esposa en un sacramentum, un momento de encuentro con Dios que denominamos “sacramento.”
El apologista inglés C.S. Lewis ha descrito las diversas acepciones que expresa lo que nosotros llamamos “amor.” Mediante cuatro términos griegos distintos, pero afines entre sí, a saber: storge (cariño), phileo (amistad), eros (romance) y agape (amor divino), Lewis nos ayuda a ver que el amor entraña mucho más de lo que nuestra cultura nos hace creer.
El cariño nos lleva a querer más allá de nosotros mismos; la amistad nos permite tomarnos de la mano con otros y caminar juntos en el sendero de la vida; el romance contribuye a encauzar nuestra sexualidad al servicio de la comunión y la procreación; el amor divino hace posible la caridad (la más excelsa de todas las virtudes) ya que por el poder de la gracia de Dios nos permite superar el egoísmo y el pecado en el servicio amoroso a los demás.
El matrimonio cristiano puede considerarse la integración de estos cuatro “amores” ya que reúne todos estos elementos y agrega otro vitalmente importante: la disposición de recibir nueva vida mediante la cual las parejas de casados encuentran el amor de Dios y colaboran con la obra de la creación.
El sacramento del matrimonio ayuda a un hombre y una mujer a formar una unión amorosa que combina cariño, amistad, romance y el amor abnegado de Dios. Por supuesto, ninguna pareja logra esta integración a la perfección pero con la ayuda de la gracia de Dios muchos hombres y mujeres llegan a vivir con éxito este sacramento único de amor por el resto de sus vidas.
Los cristianos celebramos la presencia de Dios en cada momento importante de nuestras vidas, desde la concepción hasta la muerte natural. Somos un pueblo que cree que Dios se ha entregado como un sacrificio hacia nosotros para liberarnos de la esclavitud del pecado y empoderarnos a participar junto con Él en la gran obra de la Santísima Trinidad: la creación, la redención y la santificación.
Este es el encuentro con Dios del cual san Valentín y muchos otros mártires dieron testimonio, en contraposición a una cultura pagana que tenía una perspectiva radicalmente distinta sobre el significado del matrimonio. Este es también el mensaje del Evangelio que predicaban los santos Cirilo y Metodio a los pueblos eslavos.
Aprovechemos este día festivo para recordar a todos los hombres y mujeres santos que nos han demostrado con su ejemplo y sus enseñanzas lo que significa amar de forma desinteresada, sacrificial y santa.
Agradezcamos también a Dios por el don del amor que ha compartido con nosotros desde el principio de los tiempos y que se renueva cada vez que un hombre y una mujer se convierten en una sola carne en el sacramento del matrimonio. †