Cristo, la piedra angular
Ahora más que nunca necesitamos buenos pastores
“El Señor es mi pastor, nada me faltará. En lugares de verdes pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me conduce. Él restaura mi alma; me guía por senderos de justicia por amor de Su nombre” (Sal 23:1-3).
En la lectura del Evangelio del cuarto domingo de Pascua (Jn 10:1-10), que se conoce como el Domingo del Buen Pastor, Jesús habla sobre el ministerio pastoral. Más específicamente, habla sobre las características necesarias para ser un pastor bonus (buen pastor).
Esta lectura específica del Evangelio según san Juan introduce la idea de que Jesús es el Buen Pastor, aquel al que siguen las ovejas porque les resulta conocido y reconocen su voz.
“En verdad les digo, que el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y salteador. Pero el que entra por la puerta, es el pastor de las ovejas. A este le abre el portero, y las ovejas oyen su voz; llama a sus ovejas por nombre y las conduce afuera. Cuando saca todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz. Pero a un desconocido no seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños” (Jn 10:1-5).
Este pasaje subraya la importancia del conocimiento personal: los que deseamos ser buenos obispos, sacerdotes, diáconos o líderes pastorales debemos conocer a nuestro pueblo e, incluso más importante, nuestro pueblo debe conocernos a nosotros; deben reconocer nuestra voz para poder distinguirla de las voces extrañas y engañosas que escuchan todos los días.
Los papas recientes han destacado la importancia fundamental de un encuentro personal con Jesús para tener una experiencia de discipulado cristiano vibrante y llena de fe. A menos que conozcamos personalmente a Jesús resulta extremadamente difícil amarlo o servirlo. A menos que conozcamos la mente y el corazón de Jesús no podemos ver su rostro en nuestros hermanos (especialmente «los más pequeños de ellos», los pobres y los vulnerables). Un buen pastor conoce su pueblo y este lo sigue porque reconoce su voz.
¿Qué hace falta para que nosotros, los pastores, conozcamos a nuestro pueblo y este reconozca nuestra voz? En una arquidiócesis tan grande que abarca 39 condados, o incluso en una parroquia mediana o grande, no podemos conocer a todos por nombre. Pero eso no es excusa; el Buen Pastor conoce a su pueblo. Conoce sus esperanzas y sus temores; reconoce las dificultades que enfrenta y comparte con él su alegría.
Un buen pastor no puede estar aislado del pueblo de Dios, aunque así nos lo exija la ley y como una expresión de caridad pastoral, para guardar y mantener el “distanciamiento social.” Tal como lo expresa a menudo el papa Francisco, especialmente en momentos de crisis, los líderes de la Iglesia deben estar al servicio de su pueblo. Al igual que el Buen Pastor entrega su vida por su rebaño (Jn 10:11), nuestras oraciones y nuestra preocupación siempre deben volcarse hacia fuera, hacia las necesidades espirituales y temporales del pueblo de Dios al cual estamos llamados a servir.
El Domingo del Buen Pastor también se conoce como el Domingo de las Vocaciones. Esto es sumamente importante porque nuestras parroquias, nuestra arquidiócesis y nuestra Iglesia universal tienen una necesidad crítica de obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos consagrados y laicos que puedan ser buenos pastores para el pueblo de Dios. La pandemia de la COVID-19 nos ha demostrado lo importante que es que se escuche y se reconozca la voz de los líderes pastorales, especialmente en momentos de crisis.
El papa Francisco claramente ha sido un buen pastor en una época de tribulación. Su voz se ha escuchado en todo el mundo cuando reza por y con el pueblo de Dios. Pero el Santo Padre no es, en modo alguno, una voz solitaria. En todas las regiones del planeta se escuchan las voces de obispos y pastores difundidas por radio o transmitidas en vivo para llevar la misa, las oraciones y las devociones de la Iglesia a un pueblo que no puede acudir a ellos. Este es un ejemplo poderoso de cómo se debe ejercer el liderazgo pastoral y el discipulado misionario. En vez de esperar que el pueblo vaya a la Iglesia, la Iglesia va hasta ellos, buscando a las ovejas perdidas y reuniéndolas con brazos abiertos y amorosos.
En este domingo del Buen Pastor, recemos por el papa Francisco y por todos nuestros pastores. Ayudémoslos a conocernos mejor para que podamos reconocer sus voces y ver en ellos el rostro de Jesús. Rezamos también por las vocaciones a los ministerios ordenados, la vida consagrada y a las muchas y diversas formas de liderazgo seglar.
En estos días, más que nunca, necesitamos pastores buenos y santos. Que Jesús, el Buen Pastor, nos inspire con sus palabras y su ejemplo a entregar nuestras vidas por el rebaño. †