Cristo, la piedra angular
Sigamos el ejemplo de María durante estos tiempos difíciles
“Los fieles, unidos a Cristo Cabeza y en comunión con todos sus santos, deben venerar también la memoria en primer lugar de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo. … Redimida de modo eminente, en previsión de los méritos de su Hijo, y unida a Él con un vínculo estrecho e indisoluble, está enriquecida con la suma prerrogativa y dignidad de ser la Madre de Dios Hijo, y por eso hija predilecta del Padre y sagrario del Espíritu Santo” (Constitución Dogmática sobre la Iglesia, “Lumen Gentium,” #52-53).
El mes de octubre es un momento de devoción especial para la Santa Virgen María. Aunque este es un momento apropiado para recordar cada año, lo es todavía más durante un año electoral.
María puede ayudarnos a formar nuestras conciencias para ser ciudadanos fieles ya que su aceptación total de la voluntad de Dios, su testimonio de vida familiar y su función fundamental como la primera discípula de Jesucristo la convierten en ciudadana modelo de la Iglesia y del mundo en el que vivió.
Los cristianos fieles buscan en María el camino para hallar a Jesús, su hijo divino. También se fijan en el ejemplo de esta mujer sencilla de Nazaret para aprender a “discernir los signos de los tiempos.” Los ciudadanos fieles responden con valentía e integridad cuando la dignidad humana, la vida familiar o la libertad individual se ven amenazadas. Y se aferran a la verdad siempre que se enfrentan a posiciones políticas o ideológicas que son incompatibles con los principios bíblicos y la enseñanza sistemática de la Iglesia durante los últimos 2,000 años.
María, la Madre de la Iglesia fue una figura importante en las deliberaciones del Concilio Vaticano II. “Lumen Gentium” (Luz de las Naciones), la Constitución Dogmática del Concilio Vaticano II que dedica todo un capítulo, con cinco secciones, a María “signo de esperanza cierta y de consuelo para el Pueblo peregrinante de Dios.”
La función de María en la historia de la salvación (el pasado), en la vida de la Iglesia hoy en día (el presente) y el signo del mundo venidero (el futuro) es fundamental para comprender lo que buscaba lograr el Concilio Vaticano II hace más de 50 años. También es de vital importancia comprender y aceptar la voluntad de Dios en nuestra vida cotidiana durante estos tiempos sin precedentes de pandemia, disturbios sociales e incertidumbre económica.
María también vivió en una época tumultuosa de la historia humana en la que la libertad de credo estaba amenazada. Los pobres, los enfermos y las personas que, por distintos motivos se encontraban al margen de la sociedad, eran habitualmente objeto de persecución, abuso o simplemente ignorados.
María era una judía devota rodeada de la hipocresía, la intolerancia y el autobombo de los líderes políticos y religiosos de su época que no ayudaban a su pueblo a ver la verdad. No muy distinto de lo que ocurre hoy en día, el malestar social, la intriga política y la injusticia abundaban por doquier.
¿Cuál fue la respuesta de María? La fiel aceptación de la voluntad de Dios, la dedicación a su familia y el servicio a los demás. Aunque el mundo en torno a ella era un caos, María se mantuvo fiel.
Uno de los principales problemas que enfrentamos hoy en día es la devaluación del matrimonio y de la vida familiar. En un intento por ayudar a los católicos y a todos los pueblos de buena voluntad a crear conciencia y a ejercer sus responsabilidades como ciudadanos fieles, nuestra Iglesia hace énfasis en la importancia de la familia.
Esta se basa en el matrimonio entre un hombre y una mujer y constituye la célula fundamental de la sociedad. La familia es la unidad social que protege y promueve la creación y la crianza de los hijos. También proporciona un entorno seguro para que el amor conyugal se profundice y crezca a pesar de todos los obstáculos que las parejas enfrentan hoy en día.
Nuestra sociedad es únicamente tan fuerte o saludable como su unidad social más elemental: la familia. No tenemos derecho a redefinir el matrimonio ni a tratar a la familia como si fuera algo arbitrario o una estructura social modificable. El apoyo a la vida familiar auténtica debe ser una prioridad en las normas económicas y sociales. Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de proteger y fomentar familias fuertes. Todos estamos llamados a garantizar que la vida familiar no se debilite, no se ignore ni sufra maltratos.
A medida que nos esforzamos por fortalecer a las familias, también resulta prudente buscar la intercesión y la ayuda de María, el corazón de la Sagrada Familia. María conoce la importancia del matrimonio y de la vida familiar, así como también los retos que enfrentamos hoy en día.
Pidámosle que sea nuestra defensora y nuestra inspiración. Alentemos a los casados a que sean tan valientes y fieles como María cuando aceptó la voluntad de Dios y eligió libremente convertirse en la Madre de nuestro Señor y, por la gracia de Dios, también en nuestra madre.
Santa María, Corazón de la Sagrada Familia, ruega por nosotros. †