Cristo, la piedra angular
María es la reina de los santos de la vida cotidiana
“María, coronada con luz viva, Templo del Señor, remanso de paz y santidad, Refugio de la Palabra. Misterio de la vida sin pecado, en nuestra raza caída, libre de la sombra, reflejas la plenitud de la gracia. Virgen Madre de nuestro Dios, levántanos cuando caigamos, fuiste nombrada en la cruz Madre de todos nosotros. Padre, Hijo y Espíritu Santo, el Cielo canta tus alabanzas; María engrandece tu nombre en los días eternos.” (Himno, Abadía de Stanbrook, Reino Unido)
Mañana, 31 de octubre, es el último sábado de este mes dedicado a la Santísima Virgen María. También es la víspera de Todos los Santos (llamado en inglés Hallows Eve de donde proviene la palabra Halloween), que se ha convertido en una fiesta secular muy afectada por los resultados económicos y culturales de la pandemia de COVID-19. Al día siguiente, el domingo 1 de noviembre, es la Solemnidad de Todos los Santos, uno de los días más sagrados del año de gracia de la Iglesia.
¿Qué pueden enseñarnos estos dos días sobre la vida en estos tiempos difíciles?
Durante todo el mes, la Iglesia nos ha pedido que meditemos sobre los misterios del santo rosario en honor de nuestra Santísima Madre María.
A principios de este año, durante el pico de la pandemia, nuestra Arquidiócesis se unió al papa Francisco y a otras diócesis del mundo para encomendarnos nuevamente a María bajo el título de “Madre de la Iglesia.”
Con este gesto de reverencia y amor filial afirmamos lo que los cristianos han creído desde los primeros días de nuestra fe: que María está en una posición única para interceder por nosotros, sus hijos, en tiempos de grave necesidad, incluyendo plagas, hambruna y guerra.
Acudimos a María confiados en que nos mostrará el camino hacia su divino Hijo y su poder de curación. El último día de octubre imploramos una vez más a nuestra Madre Santísima para que nos proteja y cuide, ahora y en la hora de nuestra muerte.
El último día de octubre se conoce popularmente como Halloween, el día anterior al Día de Todos los Santos. El nombre original en inglés All Hallows’ Eve (víspera de Todos los Santos) deriva del inglés antiguo hallowed que significa “santo” o “santificado,” y con el paso del tiempo se ha acortado a la palabra que ahora nos resulta más conocida: Hallowe’en.
La Iglesia tradicionalmente celebraba una vigilia en la víspera de Todos los Santos cuando los adoradores se preparaban con oraciones y ayunos antes de la gran festividad. Posteriormente, esta práctica penitencial fue reemplazada por la fiesta totalmente secular que conocemos hoy.
A principios del siglo VII el papa Bonifacio IV consagró el Panteón de Roma, antes templo de todos los dioses, como iglesia dedicada a Santa María y los Mártires, y ordenó que esa fecha, el 13 de mayo, se celebrara todos los años. Esta celebración se convirtió en el Día de Todos los Santos, un día para honrar a todos los santos, y más adelante, un día para honrar especialmente a aquellos santos que no tenían un día propio en el calendario. En el siglo VIII, el papa Gregorio IV hizo proclamó universal esta festividad, y el 1 de noviembre fue designado Día de Todos los Santos para la Iglesia Occidental.
El papa Francisco ha llamado a esta celebración popular el día en el que reconocemos a “los santos de a pie.” Estos son los hombres y mujeres cuya humildad y virtud a menudo se escapan de la vista del público, pero cuyas vidas dan un poderoso testimonio de la alegría del Evangelio. Durante esta época de crisis mundial muchos de estos santos de la vida cotidiana han salido de las sombras y han demostrado ser cuidadores, socorristas, familiares, amigos y vecinos que han arriesgado su propia salud y seguridad para servir a los más necesitados de nuestra ayuda. Este domingo honramos a esta gente y a muchos otros como ellos, tanto vivos como fallecidos, que son los santos todopoderosos de nuestros tiempos.
María es, por supuesto, la más venerada “santa de la vida cotidiana.” Aunque con razón se le conceden los títulos más exaltados, como Theotókos (Madre de Dios), Regina Coeli (Reina del Universo) y Stella Maris (Estrella del Mar), la humildad de María y su coraje ante el gran dolor y la injusticia nos lleva a quererla de una manera extraordinaria. María de Nazaret fue realmente una “santa de a pie,” y todas las generaciones la llaman bendita por su fe sencilla pero inquebrantable en la providencia de Dios.
Recurramos a María y a todos los santos para que nos guíen y sostengan mientras luchamos contra los efectos devastadores de esta pandemia y contra la injusticia racial y el malestar social que nos preocupan tanto hoy en día.
Que crezcamos en nuestro amor y aprecio por los santos de todos los días con los que vivimos, y que su ejemplo nos inspire a ser hombres y mujeres santos que se esfuerzan por imitar a Jesús en todo lo que decimos y hacemos.
“Bendita seas, oh hija, por el Señor Dios Altísimo, por encima de todas las mujeres de la tierra ... porque él ha exaltado tanto tu nombre que tu alabanza será eterna en nuestros labios” (cf. Jdt 13:18-19). †