Cristo, la piedra angular
La celebración de un reino distinto: el reino de Dios
Este domingo, concluimos el año de gracia de la Iglesia con la celebración de la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo (Cristo Rey). Como discípulos misioneros de Jesucristo creemos en su señorío sobre toda la creación de Dios.
Pero en Él, reconocemos un tipo muy diferente de gobernante, uno que se caracteriza por la mansedumbre, la humildad y el perdón en lugar de la ambición, la arrogancia o la venganza. Cristo es nuestro rey, pero su poder es vivificante y su estilo de liderazgo es de servicio.
La lectura del Evangelio de este domingo (Mt 25:31-46) habla del Juicio Final. Expone con cierto detalle lo que Cristo nuestro rey espera de nosotros.
Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con él, se sentará en su trono glorioso, y todas las naciones se reunirá ante él. Y separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Colocará las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda.
Las “ovejas” y las “cabras” son alegorías de justos y malvados. Los que hacen el bien (las ovejas) no son necesariamente los ciudadanos más piadosos o respetuosos de la ley; a los ojos del mundo, podrían ser personas de éxito o no. Los malvados (los cabritos) pueden parecer gente común que obedece la ley y se dedica a sus asuntos cotidianos sin causar daño a nadie ni cometer actos manifiestos de injusticia o inmoralidad.
¿Qué distingue a las ovejas de los cabritos a los ojos de Cristo Rey?
Aquellos a quienes el Hijo del Hombre, el Rey de Reyes, recompensará en el último día son los que mostraron compasión y actuaron generosamente con su señor y maestro cuando se les presentó en forma de personas hambrientas, desnudas, sedientas, enfermas, encarceladas y alejadas de la sociedad humana. Cuando los justos le preguntaron: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos como extranjero y te recibimos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y vinimos a Ti?” (Mt 25:37-39). El Rey les responderá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí” (Mt 25:40).
El rey que celebramos en este último domingo del año de la Iglesia representa la justicia y la paz, la bondad y la misericordia, el amor y la fraternidad para todos. Es nuestro juez, pero también nuestro redentor. Su reinado es eterno y extiende sus brazos abiertos a todos los que confiesan su indignidad y buscan seguir sus pasos.
Al mismo tiempo, este justo juez no tolerará a aquellos que abusen de sus derechos y privilegios como ciudadanos del reino de Dios cometiendo pecados de omisión o indiferencia.
“Entonces dirá también a los de Su izquierda: ‘Apártense de Mí, malditos, al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; fui extranjero, y no me recibieron; estaba desnudo, y no me vistieron; enfermo, y en la cárcel, y no me visitaron’ ” (Mt 25:41-43).
Y cuando los malvados (los cabritos) aleguen su ignorancia, el rey responderá: “En verdad les digo que en cuanto ustedes no lo hicieron a uno de los más pequeños de estos, tampoco a Mí lo hicieron” (Mt 25:45). Estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna.
El rey que celebramos este fin de semana ordena que nos cuidemos los unos a los otros y a toda su creación, nuestro hogar común. Su humildad y mansedumbre nunca deben ser confundidas con debilidad. Cristo Rey no es un cobarde; es todopoderoso, incluso cuando es todo amor y misericordia. Nos hará responsables de todos nuestros pecados, de lo que hemos hecho y de lo que no. Esto no debería asustarnos. Cristo nos da todas las oportunidades imaginables para arrepentirnos de nuestros pecados y empezar de nuevo.
Usemos este solemne día de fiesta como una ocasión de regocijo, y como una oportunidad para renovar nuestro compromiso de vivir de acuerdo con los principios y políticas de Cristo nuestro rey celestial. Cuidando a “los más pequeños,” nuestras hermanas y hermanos, demostramos ser ciudadanos leales y miembros fieles de la Ciudad de Dios.
Que Cristo nuestro rey nos ayude por el poder de su gracia a ser la clase de “ovejas” que nos ha ordenado ser: honestos, justos, perdonadores, amables, generosos y acogedores con todos nuestros hermanos y hermanas. †