Cristo, la piedra angular
Vivir la misericordia de Dios al cuidar a los enfermos
Hoy, viernes 11 de febrero de 2022, se celebra el memorial de Nuestra Señora de Lourdes y la Jornada Mundial del Enfermo. Nuestra Iglesia confía todos los enfermos y sus familias a la intercesión de María, Salud de los Enfermos. Dada nuestra experiencia de los dos últimos años, esta jornada de oración es muy bienvenida. Que la intercesión de la Virgen haga llegar el poder curativo de su hijo Jesús a todas las víctimas de la COVID-19 y sus variantes, y a todos los que sufren cualquier forma de enfermedad mental, física o espiritual.
En su mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo de este año, el Papa Francisco dijo:
“Estamos agradecidos al Señor por el camino realizado en las Iglesias locales de todo el mundo durante estos años. Se ha avanzado bastante, pero todavía queda mucho camino por recorrer para garantizar a todas las personas enfermas, principalmente en los lugares y en las situaciones de mayor pobreza y exclusión, la atención sanitaria que necesitan, así como el acompañamiento pastoral para que puedan vivir el tiempo de la enfermedad unidos a Cristo crucificado y resucitado.”
Se han hecho avances, según afirma el Santo Padre, pero aún queda mucho trabajo por hacer para que todos nuestros hermanos y hermanas, especialmente los pobres y marginados, tengan acceso tanto a la atención médica profesional que necesitan como a la vibrante atención pastoral que Cristo exige a sus fieles discípulos.
El tema elegido para esta 30.ª Jornada Mundial del Enfermo es “Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es misericordioso” (Lc 6:36). Como nos recuerda el Papa Francisco, “la misericordia es el nombre de Dios por excelencia, que manifiesta su naturaleza, no como un sentimiento ocasional, sino como fuerza presente en todo lo que Él realiza.”
Visitar a los enfermos es una obra de misericordia corporal, pero la sanación auténtica requiere una expresión de amor compasivo. El cuidado de los enfermos es una virtud activa que trasciende todas las artes y técnicas de la asistencia médica, por muy importantes que sean en la medicina moderna.
La misericordia combina la fuerza y la ternura, según nos enseña el Papa Francisco. “Por eso, podemos afirmar con asombro y gratitud que la misericordia de Dios tiene en sí misma tanto la dimensión de la paternidad como la de la maternidad (Is 49:15), porque Él nos cuida con la fuerza de un padre y con la ternura de una madre, siempre dispuesto a darnos nueva vida en el Espíritu Santo.”
Esta nueva vida que se da a los enfermos a través del ministerio de sanación de Jesús lo revela como el rostro de la Divina Misericordia. El Santo Padre nos invita a la reflexión: “Podemos preguntarnos: ¿por qué esta atención particular de Jesús hacia los enfermos, hasta tal punto que se convierte también en la obra principal de la misión de los apóstoles, enviados por el Maestro a anunciar el Evangelio y a curar a los enfermos? [Lc 9:2]”
Curar a los enfermos no es algo que los discípulos misioneros hagan como labor secundaria, sino que es fundamental para la vocación bautismal y, por lo tanto, no debería ser algo que simplemente dejemos en manos de cuidadores profesionales. Visitar a los enfermos, rezar por todos los que sufren enfermedades mentales, físicas o espirituales, apoyar al personal médico e incluso las medidas preventivas que tomamos (llevar mascarillas, distanciamiento social y, sobre todo, vacunarse) son obras de misericordia. Son esenciales para vivir la vida cristiana y ser discípulos de Jesús.
El Papa Francisco también señala una de las consecuencias más graves de la pandemia que hemos padecido durante los dos últimos años: el aislamiento y la soledad de los enfermos.
“¡Cuántas veces los Evangelios nos narran los encuentros de Jesús con personas que padecen diversas enfermedades! Cómo no recordar, a este respecto, a los numerosos enfermos que, durante este tiempo de pandemia, han vivido en la soledad de una unidad de cuidados intensivos la última etapa de su existencia atendidos, sin lugar a duda, por agentes sanitarios generosos, pero lejos de sus seres queridos y de las personas más importantes de su vida terrenal. He aquí, pues, la importancia de contar con la presencia de testigos de la caridad de Dios que derramen sobre las heridas de los enfermos el aceite de la consolación y el vino de la esperanza, siguiendo el ejemplo de Jesús, misericordia del Padre.”
Al final, la presencia de los que amamos puede ser el ingrediente más importante en el cuidado de los enfermos y moribundos. Estamos llamados a ser el rostro de la misericordia de Dios para los enfermos. Que nuestra Santísima Madre María nos inspire compasión y generosidad mientras nos esforzamos por estar presentes con todos nuestros hermanos y hermanas enfermos.
Nuestra Señora de Lourdes, y Santa Bernadette, rueguen por nosotros. Ayúdennos a mostrar la misericordia sanadora de Cristo a todos los que estén enfermos o tengan alguna dolencia. †