Cristo, la piedra angular
Nuestras palabras y acciones revelan quiénes somos
“El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca” (Lc 6:45).
Las lecturas de las Escrituras del octavo domingo del tiempo ordinario nos desafían a hablar con franqueza y a reflejar en nuestras acciones la bondad que hay en nuestros corazones. De hecho, como nos dice Jesús, no tenemos ninguna alternativa real “orque de lo que abunda en el corazón habla la boca” (Lc 6:45) y revela el bien o el mal según lo que haya en nuestro corazón.
Nuestras acciones y palabras revelan quiénes somos. Se gasta mucho esfuerzo en intentar decir a los demás lo que creemos que quieren oír, o en actuar de una forma que no se ajusta a nuestros verdaderos sentimientos y creencias. Esto se conoce como hipocresía: hablar y actuar falsamente para proyectar una imagen que no es real. De todos los comportamientos a los que se enfrenta Jesús en los Evangelios, la hipocresía es el que se condena más recurrente y vehementemente.
La primera lectura de este domingo, extraída del Libro del Eclesiástico, lo plantea muy claramente:
Cuando se agita la criba, quedan los desechos; cuando el hombre habla, se descubren sus defectos: “El horno prueba las vasijas del alfarero, el hombre es probado en su conversación. El fruto demuestra el cultivo del árbol, así la palabra del hombre revela su mentalidad. No elogies a nadie, antes de oírle hablar, porque ésa es la prueba del hombre” (Si 27:4-7).
Nuestro discurso revela la inclinación de nuestra mente; revela lo que esperamos que permanezca oculto y desvela lo que preferimos que permanezca cubierto. Por eso las madres les dicen a sus hijos: “Si no puedes decir algo bonito, mejor no digas nada.”
El difunto arzobispo Daniel M. Buechlein, que fue un consejero y director espiritual muy conocido antes de su ordenación como obispo, solía decir: “Siempre debemos decir la verdad, pero no siempre tenemos que hablar.” Lo que quiso decir es que hay un momento para hablar y otro para mantener un silencio respetuoso y prudente.
Los chismes, por ejemplo, generalmente consisten en informar (y embellecer) verdades sobre otros. Pero cuando chismorreamos, revelamos más sobre nosotros mismos (nuestros celos, resentimientos e inseguridades) que sobre las personas de las que hablamos. Jesús rechaza este tipo de comportamiento al decir:
“¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo y no le das importancia a la viga que tienes en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: ‘Hermano, déjame sacarte la astilla del ojo,’ cuando tú mismo no te das cuenta de la viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano.Saca primero la viga de madera de tu ojo; entonces verás con claridad para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Lc 6:41-42).
Por supuesto, hay ocasiones en las que debemos hablar, especialmente para prevenir o denunciar comportamientos abusivos y actividades delictivas. Estos no son chismes ni situaciones en las que se revelan cosas que deberían permanecer ocultas, sino que se trata de decir la verdad con amor para salvaguardar a los vulnerables y proteger la dignidad humana.
En la segunda lectura de este domingo (1 Cor 15:54-58), san Pablo anima a la comunidad cristiana de Corinto diciéndoles “manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano” (1 Cor 15:58). Jesús ya ha “devorado la muerte”; ha vencido la fuerza del pecado y de la muerte en la cruz. Nada puede cambiar el hecho de que el bien ha triunfado sobre el mal y la verdad ha superado toda mentira.
Lo que importa es lo que está en nuestro corazón. “Ningún árbol bueno da fruto malo; tampoco da buen fruto el árbol malo» nos dice Jesús. A cada árbol se le reconoce por su propio fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas” (Lc 6:43-44). Si reconocemos la verdad del Evangelio, y evitamos difundir el escándalo o hablar mal de los demás, nuestros corazones estarán llenos de amor y compasión, sobre todo por los que sufren problemas grandes o pequeños (como las «las astillas y las vigas» del relato del Evangelio de este domingo).
La Cuaresma comienza la próxima semana con la celebración del Miércoles de Ceniza el 2 de marzo. Este es un momento oportuno para protegerse de los chismes o de las palabras hirientes. Pidamos al Espíritu Santo que nos dé la sabiduría que necesitamos para saber cuándo hablar y cuándo callar. Y pidamos la gracia de recordar que “de lo que abunda en el corazón habla la boca” (Lc 6:45). †