Cristo, la piedra angular
La Palabra de Dios es la fuente de nuestra alegría
“Si encontraba tus palabras las devoraba: tus palabras me servían de gozo, eran la alegría de mi corazón” (Jer 15:16).
Hoy, 30 de septiembre, nuestra Iglesia celebra el memorial de san Jerónimo, que fue un gran estudioso de las Escrituras y el principal traductor de la Biblia de las fuentes originales hebreas y griego al latín. La lista de escritos de Jerónimo es extensa y, como teólogo, escribió muchos ensayos polémicos e históricos además de sus obras bíblicas.
Jerónimo era un hombre apasionado que intentaba vivir según estrictas prácticas ascéticas y que no dudaba en criticar a los demás (especialmente al clero) cuando creía que eran poco rigurosos en la observancia de las virtudes cristianas.
Esto lo convirtió en una figura controvertida en la Roma del siglo V, pero sus debilidades, demasiado humanas, no impidieron que la Iglesia reconociera sus notables dotes como estudioso de la Revelación Divina y santo patrón de todos los que buscan descifrar la Palabra de Dios, la cual ocupa un lugar de honor en el culto, la catequesis y la pastoral social de nuestra Iglesia. Creemos que Dios se ha acercado a nosotros para revelar tanto su identidad como su amor por nosotros.
Los diversos escritos que hemos recibido de la inspiración de los autores inspirados del Antiguo y del Nuevo Testamento—guiados siempre por el Espíritu Santo—forman el contenido de nuestra fe. Interpretadas y aprobadas por la Iglesia, estas palabras sagradas que componen la Palabra de Dios nos permiten comprender quién es Dios y quiénes estamos llamados a ser como mujeres y hombres hechos a imagen de Dios.
Tal como nos enseña el Papa Francisco, la Palabra de Dios “transforma un día ordinario en el presente en el que Dios nos habla.” El Papa cree que es importante que todos “tengamos un Evangelio al alcance de la mano, y que leamos y releamos con calma un pequeño pasaje cada día.”
Dado que la Palabra de Dios tiene el poder de cambiarnos—de acercarnos a Dios y a los demás—es importante que nos familiaricemos con lo que el Señor tiene que decirnos al enfrentarnos a las oportunidades y desafíos de vivir el Evangelio en nuestra sociedad contemporánea. “Porque cuando el Evangelio entra en el mundo de hoy, lo llena de Dios,” nos enseña el Papa. Familiarizarnos continuamente con el Evangelio, dice el Santo Padre, “nos traerá la novedad y la alegría de Dios.”
San Jerónimo estaría totalmente de acuerdo. Toda su vida y su ministerio estuvieron dedicados a hacer más accesible la Palabra de Dios a quienes buscan conocer, amar y servir a Dios con fidelidad. Como dijo: “Quien ignora las Escrituras ignora a Cristo.” Y, por supuesto, es el mismo Jesucristo quien abre nuestras mentes y corazones para entender la Palabra de Dios tal como nos llega en la Sagrada Escritura y a través de esta.
Uno de los mayores regalos de nuestro tiempo es el redescubrimiento de las Escrituras en la vida de la Iglesia y en la vida cotidiana. Según lo ha señalado el Papa Francisco, “nunca antes como hoy la Biblia ha sido tan accesible para todos y en todas las lenguas, ahora incluso en formatos audiovisuales y digitales.”
El Santo Padre se refiere a menudo a la Biblia como “una carta de amor de quien más nos conoce.” Por eso anima a todos a leer cada día una breve selección de uno de los Evangelios.
Hablando del proceso sinodal en el que está inmersa nuestra Iglesia, el Papa Francisco dice:
La Palabra de Dios es también el faro que guía el recorrido sinodal iniciado en toda la Iglesia. Mientras nos comprometemos a escucharnos unos a otros, con atención y discernimiento—porque no es hacer una encuesta de opiniones, no, sino discernir la Palabra, ahí—escuchemos juntos la Palabra de Dios y el Espíritu Santo. Y que la Virgen nos conceda la constancia para nutrirnos cada día con el Evangelio.
La Palabra de Dios nos sirve de compañía y de guía en el camino de nuestra vida. Como compañera, ofrece ánimo y esperanza basados en las experiencias de otros que desde el principio de la historia de la salvación han recorrido los caminos que nosotros transitamos ahora. Como guía, nos muestra cómo evitar las trampas y los giros erróneos que conducen a callejones sin salida que estamos tentados a tomar. Si tenemos la Palabra de Dios a mano, tendremos más posibilidades de encontrar nuestro camino.
Pidamos a la Santísima Virgen María, y a san Jerónimo, que intercedan por nosotros. Que nunca perdamos la alegría de difundir el Evangelio, y que escuchemos con atención a Jesús, el Verbo de Dios que adoptó forma humana y se hizo nuestro hermano.
Al enfrentarnos a los desafíos de la vida cristiana de hoy, que la Sagrada Escritura nos sirva de compañía y guía en nuestro camino sinodal. †