Cristo, la piedra angular
Los misterios del rosario iluminan los misterios de la vida
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
La fecha de publicación de esta columna es el viernes 7 de octubre, la celebración del memorial de Nuestra Señora del Rosario. A lo largo de todo el año se celebran fiestas marianas y, de hecho, todos los sábados ordinarios están dedicados a la Santísima Virgen María, pero los meses de octubre y mayo son momentos en los que nosotros, el pueblo de Dios, expresamos con especial intensidad nuestro amor y devoción a la Santísima Virgen María. En estos meses es especialmente oportuno rezar el rosario en casa, en familia.
Por eso, al comenzar el mes de octubre con el memorial que dedica la Iglesia a la Santísima Virgen María, y al prestar especial atención a su papel como Nuestra Señora del Rosario, es conveniente meditar en oración sobre el significado de esta devoción mariana tan popular.
En su forma actual, la devoción del rosario se remonta a la Baja Edad Media, cuando el Ave María se convirtió en una de las oraciones más comunes que los cristianos ofrecían en reconocimiento del singular papel de María como testigo de la vida de Cristo, su hijo, y como intercesora en favor de sus hijos. Hacia finales del siglo XVI, se popularizó en el pueblo cristiano la costumbre de rezar 150 avemarías mientras se meditaba sobre escenas del Nuevo Testamento (ahora conocidas como Misterios Gozosos, Dolorosos y Gloriosos).
En 2002, el Papa San Juan Pablo II trató de renovar y fortalecer la piedad mariana del pueblo católico recomendando que se añadieran a los 15 misterios tradicionales otros cinco, que denominó Misterios Luminosos o Misterios de Luz. Estos nuevos misterios reflexionan sobre el ministerio público de Cristo, desde su bautismo hasta la institución de la Eucaristía, y nos recuerdan que el rosario, aunque se dirige a María, se refiere en realidad a Jesús, su hijo divino.
Al rezar el rosario, todos los misterios (los 15 originales y los cinco añadidos por San Juan Pablo II) nos invitan a ver la vida de nuestro Señor Jesucristo a través de los ojos de la Virgen.
María fue la primera discípula cristiana; siguió los pasos de su hijo en todas las experiencias de su vida: alegres, dolorosas, gloriosas y luminosas. Estuvo presente cuando su hijo resucitó de entre los muertos, cuando ascendió al cielo y cuando envió al Espíritu Santo para iluminar las mentes y los corazones de los discípulos. Fue testigo del nacimiento de la Iglesia en Pentecostés y acompañó a su hijo adoptivo, San Juan Evangelista, en su viaje a Éfeso (actual Turquía) donde, por la singular gracia de Dios, María fue asunta en cuerpo y alma al cielo.
Todos los papas recientes han coincidido en que hay muchas devociones a la Santísima Virgen María que nosotros, como discípulos misioneros de Jesús, debemos cultivar activamente.
Un modo excelente de lograr una renovación de la piedad mariana es retomar la devoción al rosario. Según el Papa emérito Benedicto XVI, “el rosario es una meditación sobre todos los momentos importantes de la historia de la salvación.” Después de varias décadas de abandono, tal como afirma el Papa Benedicto, el rosario está experimentando “un nuevo florecimiento.” Describe la renovación del interés en el rosario como “uno de los signos más elocuentes del amor que las generaciones jóvenes alimentan por Jesús y su madre.”
El Papa Francisco también anima a individuos y familias a rezar el rosario diariamente para pedir la protección y el cuidado especial de nuestra Santa Madre. Esto fue especialmente cierto durante la pandemia, cuando la intercesión de María era muy necesaria para hacer frente a los graves problemas que sufrían las personas en todo el mundo. Pero ciertamente sigue siendo cierto ahora, teniendo en cuenta los urgentes desafíos económicos, sociales y políticos a los que nos enfrentamos hoy.
La devoción a la Santísima Virgen María, madre de Dios y madre nuestra, nos distingue de quienes no comprenden ni aprecian la posición única de María en la historia de nuestra salvación, pasada, presente y futura. Esa es una de las razones por las que la Iglesia sigue exhortándonos a que consideremos en oración hacer de esta hermosa costumbre de rezar el rosario una parte integral de nuestra espiritualidad personal y familiar.
Que la Virgen del Rosario nos ayude a abrir nuestros corazones, como ella, a la gracia del Espíritu Santo en nuestras vidas. Que su intercesión nos fortalezca y nos dé esperanza. Que nos inspire a invocar al Espíritu Santo, cuyos dones de valor, sabiduría, paciencia y buen juicio son muy necesarios en estos tiempos difíciles. †