Cristo, la piedra angular
Cambios necesarios para transformar la sociedad y lograr la justicia
“Se necesitan cambios constantes en la sociedad para que en todas partes esté en consonancia con la verdad, la justicia, el amor y la libertad. El Espíritu de Dios que guía, actuando a través del mensaje evangélico, nos impulsa a todos a construir nuestra sociedad con este fin” (Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, “Gaudium et Spes,” #26).
Hace diez días se celebró el 60.º aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II, el 11 de octubre de 1962. En plena continuidad con casi 2,000 años de enseñanza y práctica de la Iglesia, esta histórica reunión definió el plan para nuestro futuro en el que se destacó la misión fundamental de la Iglesia de transformar la sociedad humana a la luz del Evangelio.
Durante este tiempo de preparación para las elecciones nacionales de mitad de período, nuestra Iglesia insta a los católicos, y a todas las personas de buena voluntad, a formar su conciencia y a votar en consecuencia. No le decimos a la gente por quién debe votar (o en contra de quién). Confiamos en que las personas maduras tomen decisiones responsables basadas en lo que les dicte la conciencia.
Pero en estos días se oye tanto “bombo” y surgen tantos vericuetos que a veces resulta difícil elucidar la verdad, y mucho menos dejar que nuestras conciencias se formen un juicio claro ante todo esto. Por eso, la Iglesia ha articulado un extenso cuerpo de enseñanza social sobre casi todas las cuestiones sociales, económicas y de derechos humanos a las que se enfrenta la gente en todos los rincones del mundo moderno.
El Concilio Vaticano II contribuyó a establecer la agenda de nuestra reflexión sobre cuestiones humanas críticas de libertad, justicia y paz. El Concilio afirmó que el Evangelio de Jesucristo contiene enseñanzas importantes en asuntos de interés político, económico y moral. El Vaticano II y las enseñanzas posteriores de la Iglesia también nos desafiaron a ser ciudadanos fieles de nuestras respectivas comunidades y a comprometernos plenamente en la promoción del bienestar general de todos (el bien común).
A la hora de aplicar la doctrina social de la Iglesia a los problemas y preocupaciones de hoy, resulta útil tener en cuenta siete temas clave:
—El derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural es absoluto e inviolable. Tal como lo han enseñado repetidamente el Papa Francisco y sus predecesores, la santidad de la vida humana es el fundamento de todos los esfuerzos para construir un futuro de libertad y justicia para todos.
—El matrimonio entre un hombre y una mujer salvaguarda la dignidad humana y es el fundamento de la vida familiar.
—La decencia humana exige que proporcionemos a todos alimento y refugio, educación y empleo, atención médica y vivienda.
—Los ciudadanos fieles trabajan por el bien de todos, pero especialmente por los más necesitados, como los bebés en gestación, los discapacitados o los enfermos terminales, los emigrantes y los refugiados; los pobres y los marginados merecen una atención preferente.
—La justicia económica exige la existencia de trabajos decentes con salarios justos y dignos, oportunidades de obtener un estatus legal para los trabajadores inmigrantes y la posibilidad de que todos participen en la actividad económica.
—La solidaridad requiere que busquemos la justicia, eliminemos el racismo, acabemos con la trata de personas, protejamos los derechos humanos, busquemos la paz y evitemos el uso de la fuerza (incluida la violencia armada), excepto en defensa propia, que solamente debe utilizarse como último recurso necesario.
—Los administradores responsables de toda la creación de Dios trabajan para garantizar un entorno seguro y abundante para todos los hijos de Dios—especialmente los más vulnerables—ahora y en el futuro.
Según la Constitución Pastoral del Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo actual: “Todo grupo social debe tener en cuenta las necesidades y las legítimas aspiraciones de los demás grupos; más aún, debe tener muy en cuenta el bien común de toda la familia humana.” Las ideologías, las teorías sociales y las agendas políticas no alcanzan el bien común; para ello se requieren acciones concretas basadas en los principios fundamentales de la dignidad humana. “Es, pues, necesario que se facilite al hombre todo lo que éste necesita para vivir una vida verdaderamente humana, como son el alimento, el vestido, la vivienda, el derecho a la libre elección de estado ya fundar una familia, a la educación, al trabajo, a la buena fama, al respeto, a una adecuada información, a obrar de acuerdo con la norma recta de su conciencia, a la protección de la vida privada y a la justa libertad también en materia religiosa”(“Gaudium et Spes,” #26).
Deseamos construir una sociedad que garantice la paz, la justicia y la igualdad de la dignidad para todos.
Especialmente en el actual clima económico, social y político pospandémico, nuestra sociedad necesita urgentemente una política renovada que se centre en los principios morales, la defensa de la vida, las necesidades de los débiles y la búsqueda del bien común. Este tipo de participación política refleja la enseñanza social de nuestra Iglesia y las tradiciones más bellas de nuestro país. Sin ella, nuestras comunidades degeneran en facciones siempre enfrentadas.
A medida que se prepara para votar el próximo mes, pregúntese: ¿Qué candidatos y qué iniciativas propuestas en la papeleta electoral promueven realmente el bien común? Luego, vote de acuerdo con lo que le dicte su conciencia. †