Cristo, la piedra angular
Discípulos misioneros: gente común llamada a seguir a Jesús
“Por aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó toda la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, reunió a sus discípulos y escogió de entre ellos a doce, a quienes constituyó apóstoles. Fueron estos: Simón, al que llamó Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y Juan; Felipe y Bartolomé; Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, y Simón, el llamado Zelote; Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor” (Lc 6:12-16).
La fecha de publicación de esta columna es el viernes 28 de octubre que coinciden con las festividades de los apóstoles Simón y Judas. Seguir a Jesús como lo hicieron los Apóstoles requiere valor y abnegación, pero también es una forma de vida llena de alegría y satisfacción.
El llamado a ser discípulo proviene de Cristo a través de muchas personas y situaciones diversas.
Algunos oyen el llamado cuando son niños; otros toman conciencia de la invitación de Jesús a seguirlo más adelante en la vida. En todos los casos, se trata de un llamado personal, una invitación del Señor a conocerlo y amarlo íntimamente, a ser una persona dedicada a los demás, a vivir con sencillez y a crecer en santidad a través de una vida de oración y servicio.
Todas las vocaciones cristianas, incluida la ordenación, la vida religiosa, el matrimonio y la soltería dedicada a Dios, requieren entrega y sacrificio. El discipulado cristiano implica adoptar un estilo de vida que exige disciplina, obediencia y un compromiso de servir a todo el pueblo de Dios.
Ser un discípulo misionero es un reto en todas las épocas, pero especialmente hoy en día. ¿Por qué? Porque todo en nuestra cultura refuta el ser una “persona dedicada a los demás.” Por el contrario, se nos insta a velar por nuestros propios intereses en primer lugar.
Ninguno de los 12 Apóstoles recibió recompensas en riqueza según los estándares terrenales. Ninguno se hizo rico ni famoso. La mayoría fueron martirizados (algunos brutalmente), y muchos sufrieron el rechazo y la incomprensión de la gente a la que intentaban servir.
No sabemos casi nada sobre los detalles del discipulado misionero de Simón y Judas. Judas figura en el Evangelio según san Lucas y en Hechos. (Mateo y Marcos lo llaman Tadeo.)
Judas, considerado por muchos como el santo patrono de las causas perdidas o de las situaciones desesperadas, no se menciona en ninguna otra parte de los Evangelios, excepto, por supuesto, cuando se menciona a todos los Apóstoles. También se le atribuye una carta del Nuevo Testamento.
Se nombra a Simón en las cuatro listas de los Apóstoles, pero sabemos poco de él. La tradición sostiene que los santos Simón y Judas viajaron juntos a Persia, donde ambos fueron martirizados. Esto puede explicar por qué su festividad es el mismo día.
Cristo llama a personas corrientes, como usted y yo, a ser sus discípulos. Este llamado no depende del mérito humano, la cultura, la personalidad, el esfuerzo o los logros. Es un regalo de Dios, una invitación universal e incondicional.
Todo lo que hace falta para ser un fiel discípulo misionero de Jesucristo es la voluntad de tomar su cruz y seguirlo. No se requiere ningún talento especial. Si renunciamos a nuestros egos y depositamos toda la confianza en la gracia y la misericordia de Dios, el Espíritu Santo nos mostrará el camino.
Aquí, en la Arquidiócesis de Indianápolis, tenemos la bendición de contar con mujeres y hombres excepcionales que han dedicado su vida a Cristo. Algunos son sacerdotes y diáconos. Otros son religiosos consagrados, en tanto que otros son laicos que han respondido generosamente al llamado del Señor para tomar sus cruces y seguirlo en diversos ministerios y apostolados.
Sí, estos discípulos misioneros sienten estrés; sí, a veces se sienten sobrecargados de trabajo y poco valorados. Sí, se sienten avergonzados, dolidos y enojados por los escándalos que nos han golpeado tan duramente en los últimos años.
Pero los discípulos misioneros que sirven a la Iglesia en el centro y el sur de Indiana son personas valientes y compasivas. Son gente de oración y gente de acción, fieles a nuestra Iglesia y a las personas a las que sirven. Han sido elegidos por Cristo para ser sus embajadores de misericordia, esperanza y alegría.
La gran mayoría de nuestros sacerdotes, diáconos, religiosos y líderes laicos le dirán que cuando aceptaron el llamado del Señor, ganaron mucho más de aquello a lo que renunciaron. Tenemos una enorme deuda de agradecimiento con todos ellos. La suya es una forma de vida que está llena de oportunidades para entregarse con alegría a la voluntad de Dios. Recemos por ellos Démosles las gracias a menudo y apoyémoslos en todo lo que podamos.
Al celebrar la fiesta de los santos Simón y Judas, recemos especialmente por los líderes pastorales y los fieles feligreses de la Iglesia de San Judas y la Iglesia de San Simón Apóstol en Indianápolis, así como la Iglesia de San Judas Apóstol en Spencer. Que se fortalezcan en su respuesta al llamado a la santidad y se sirvan unos a otros como valientes discípulos misioneros en el nombre de Jesús. †