Cristo, la piedra angular
Las escuelas católicas hacen énfasis en la fe, la excelencia y el servicio
En todas las diócesis de Estados Unidos se ha designado del 29 de enero al 4 de febrero de 2023 como la Semana de las Escuelas Católicas. Las parroquias y escuelas de nuestra Arquidiócesis por lo general celebran esta semana con misas, asambleas y otras actividades para estudiantes, familias, feligreses y miembros de la comunidad. Desde hace 47 años, la Semana de las Escuelas Católicas, que normalmente tiene lugar la última semana de enero, está patrocinada por la Asociación Nacional de Educación Católica (NCEA).
El tema de este año es “Escuelas católicas: Fe. Excelencia. Servicio.” Estos son los tres pilares que preservan la solidez de las escuelas católicas, especialmente en tiempos de adversidad como la pandemia de COVID-19 que tanto daño hizo a nuestra sociedad. Al igual que las iglesias, las empresas y otras organizaciones, las escuelas se vieron gravemente afectadas por la pandemia. La mayoría intentó responder de la mejor manera posible, ofreciendo oportunidades de aprendizaje virtual a distancia, pero el consenso es que este período afectó el aprendizaje de los estudiantes.
Las estadísticas nacionales muestran que nuestras escuelas católicas enfrentaron las tormentas causadas por la pandemia mejor que muchos otros sistemas escolares, gracias a su inquebrantable compromiso con los alumnos y sus familias. Al tiempo que tomaban todas las precauciones posibles para garantizar la seguridad de alumnos, profesores y personal, nuestras escuelas permanecieron abiertas en la medida de lo posible, y siguieron haciendo hincapié en la fe, la excelencia y el servicio como rasgos distintivos de su misión.
Tenemos razón al destacar los aportes de las escuelas católicas a nuestra Iglesia y a nuestra sociedad. Aquí, en el centro y el sur de Indiana, tenemos una rica tradición e historia de educación católica. ¿Quién no siente admiración y agradecimiento por este patrimonio que es de todos? Todos tenemos una enorme deuda de agradecimiento con las mujeres y los hombres—sacerdotes, religiosos y laicos—que construyeron nuestras escuelas y que han mantenido nuestro compromiso con la educación católica durante casi 200 años, aún a pesar de muchos obstáculos.
Las escuelas católicas continúan con el ministerio de enseñanza de Jesús. Para ser fieles a esta misión, deben estar centrados en Cristo en el testimonio de palabra y de acción. También deben demostrar el poder transformador de la oración ayudando a los alumnos, y a toda la comunidad escolar, no solamente a conocer a Jesús, sino a encontrarse con Él en la Palabra, los sacramentos y el servicio.
Las escuelas católicas ayudan a adultos, jóvenes y niños de diversas regiones de nuestra Arquidiócesis a tener una noción más profunda del plan de Dios para la vida humana y para toda la creación. Las escuelas católicas son poderosos instrumentos de evangelización: ayudan a los miembros de la comunidad católica y a otras personas de creencias, culturas y entornos económicos muy diversos a crecer intelectual, personal y espiritualmente como miembros de la única familia de Dios.
Las escuelas católicas son también vitales para el ministerio social de la Iglesia, mediante la ayuda que prestan a los alumnos y a las familias necesitadas, pero también por su compromiso con la enseñanza de la justicia social y por ofrecer a los alumnos oportunidades de servir a los demás.
Las escuelas católicas contribuyen directamente a la salud y vitalidad de la Iglesia. Junto con los programas parroquiales de educación religiosa, la pastoral juvenil y otros medios de formación y educación en la fe a lo largo de toda la vida, nuestras escuelas católicas ofrecen clases de educación religiosa, preparación sacramental, experiencias litúrgicas y de oración, y oportunidades para el testimonio y el servicio cristianos. Ayudan a formar la comunidad de fe y nos desafían a mirar más allá de nuestras propias necesidades para atender las necesidades urgentes de personas, familias y de la sociedad en general.
Teniendo en cuenta el poderoso efecto que las escuelas católicas tienen en la vida de las personas, las familias y las comunidades locales, resulta comprensiblemente doloroso, e incluso trágico, el cierre de una de nuestras escuelas.
Las investigaciones confirman lo que la mayoría de nosotros ya sabemos: que cuando una escuela católica cierra, generalmente es por motivos económicos. Podemos ayudar a nuestros colegios a fortalecerse económicamente, pero únicamente si crecen verdaderamente en su identidad católica, acogen a nuevos alumnos (cada vez más diversos) y aumentan su capacidad de gestión financiera y recaudación de fondos, especialmente a través de la educación sobre la corresponsabilidad y la dotación de recursos.
Los líderes arquidiocesanos, parroquiales y escolares desean que nuestras escuelas católicas demuestren un espíritu vibrante y lleno de esperanza que proclame al mundo entero que Cristo está vivo y activo, en nuestros hogares, en nuestras parroquias y comunidades escolares, y en nuestro mundo. Deseamos que cada escuela católica de la Arquidiócesis sea una comunidad vibrante de fe que lleve a cabo el ministerio de enseñanza de Jesús de manera visible, transformadora y orientada al servicio.
Las escuelas católicas son un gran regalo, y todos los que nos beneficiamos de este tenemos la enorme responsabilidad de cuidar y compartir esta «perla preciosa» con las familias y los niños de hoy y de mañana.
Les pido que a lo largo de la próxima semana, dediquen un momento para rezar conmigo por el éxito continuado de nuestras escuelas católicas. Y si tiene ocasión, dedique unas palabras especiales de agradecimiento a las mujeres y hombres que, mediante su empeño, hacen de las escuelas católicas de nuestra Arquidiócesis vibrantes centros de fe, excelencia y servicio. †