Cristo, la piedra angular
En los santos se revela el poder curativo de Cristo, nuestra luz
El 3 de febrero, fecha de publicación de esta columna, se festeja el memorial de san Blas, quien fue obispo de Sebaste (Armenia) en el siglo IV.
No sabemos mucho de su vida, pero lo que sí sabemos es que era un médico famoso por sus curaciones y que en el año 316 fue martirizado durante una persecución ordenada por el emperador romano Lucinio. Según las crónicas que existen, tras su interrogatorio y fuertes azotes, Blas fue trasladado a toda prisa a la cárcel y posteriormente decapitado.
Entre 1346 a 1353, la peste bubónica, también llamada “peste negra,” asoló Europa, Asia y el norte de África. Fue la pandemia más mortífera de la historia de la humanidad en la que pereció casi la mitad de los habitantes de Europa. Los cálculos conservadores estiman más de 25 millones de muertos. Durante la peste, muchas personas rezaban con fervor y de aquel caos surgió una nueva devoción: los “catorce santos auxiliadores.” Se trataba de 14 santos que, junto con la Santísima Virgen María, se consideraban poderosos intercesores, especialmente para curar enfermedades. Entre ellos está san Blas.
Hoy en día, san Blas es especialmente recordado por un incidente particular relatado en el libro de leyendas, los Hechos de San Blas, escrito 400 años después de su muerte. Según el libro, mientras detenían a Blas, una madre angustiada, cuyo único hijo se estaba ahogando con una espina de pescado, se arrojó a sus pies e imploró su intercesión. Conmovido por su dolor, Blas elevó sus plegarias y el niño se curó. En consecuencia, se invoca a san Blas para que proteja contra las heridas y las enfermedades de la garganta.
En muchos lugares del mundo la conmemoración de hoy se celebra mediante la bendición de la garganta. Para ello, un sacerdote sostiene dos velas bendecidas durante la fiesta de ayer de la Presentación del Señor (Candelaria) en posición cruzada sobre las cabezas de los fieles, o bien se toca a la gente en la garganta con ellas mientras se da la siguiente bendición: “Por intercesión de san Blas, obispo y mártir, que Dios te libre de toda enfermedad de la garganta y de cualquier otra enfermedad.” A continuación, el sacerdote hace la señal de la cruz sobre los fieles.
Esta bendición popular destaca la importancia de la curación en el ministerio de la Iglesia. También pone de manifiesto la luz de Cristo, cuya presencia disipa todas las tinieblas de un mundo ensombrecido por el pecado y la muerte. Estos dos temas, la curación y la luz, se reflejan en todas las Escrituras y se ilustran en la vida de muchos santos y mártires, entre ellos san Blas.
Después de casi tres años de COVID-19 y sus variantes—que han causado enormes enfermedades y muertes en todo el mundo, y que han ido acompañadas de graves dificultades económicas y malestar social—sabemos de la importancia de la curación, y anhelamos que la luz de Cristo penetre en las tinieblas del pecado de cada uno de nosotros y en el mundo. Una ceremonia tan sencilla como la bendición de la garganta adquiere un nuevo significado cuando se celebra en tiempos de pandemia.
Jesús, cuyo nombre (soter en griego) significa salvador o sanador, entra en nuestra vida cotidiana en Palabra, sacramento y servicio precisamente para curarnos de los males físicos, mentales y espirituales que todos padecemos de una u otra manera. Cuando honramos a santos como Blas, reconocemos que vemos en ellos la presencia de Jesucristo. Cuando nos proponemos imitarlos, estamos imitando a Jesucristo, que se revela en sus palabras y en sus acciones.
Cada santo es un icono de Jesús, una expresión de ciertos aspectos de la vida y el ministerio del Señor. Los dos santos patronos de nuestra Arquidiócesis, Francisco Javier y la Madre Teodora Guèrin, fueron misioneros que reflejaron la importancia de proclamar la buena nueva a todas las naciones y pueblos. Del mismo modo, santa Teresa de Ávila y san Benito nos muestran la dimensión contemplativa de la vida cristiana, ilustrando con sus palabras y su ejemplo el compromiso de nuestro Señor en la comunión piadosa con el Padre.
San Francisco y santa Clara de Asís dieron un poderoso testimonio del amor de Jesús por los pobres. San Blas, san Vicente de Paúl y muchos otros santos nos muestran el poder curativo de Jesús, cuyo ministerio se dedicó a curar enfermos, perdonar pecados y devolver la vida a quienes murieron por el pecado.
Por intercesión de san Blas, obispo y mártir, que Dios nos libre de toda enfermedad de la garganta y de cualquier otra enfermedad. Que veamos en él el poder sanador de Jesús. Y que nos esforcemos por imitar a san Blas, y a todos los santos, dando testimonio fiel de la verdad de nuestra salvación en Cristo. †