Cristo, la piedra angular
Los mensajeros de Dios traen buenas noticias, curación y protección
Hoy es la fiesta de los santos Miguel, Gabriel y Rafael, los tres arcángeles que se mencionan por nombre en las Escrituras.
Los ángeles son seres espirituales creados por Dios y aunque no podemos comprender plenamente la misteriosa naturaleza de estas criaturas, las Sagradas Escrituras y la enseñanza de la Iglesia afirman que los ángeles son seres inteligentes y personales que han estado presentes desde el principio de la creación sirviendo como mensajeros y realizando muchos otros servicios en nombre de la majestad divina.
Los tres arcángeles cuya fiesta celebramos hoy destacan entre todos los miembros de la hueste celestial cuyo esplendor da testimonio de la gloria de Dios. Miguel, Gabriel y Rafael representan tres de los servicios más importantes que prestan los espíritus que nos acompañan en el viaje de la vida: protección contra el mal, consuelo en la enfermedad y la angustia, y esperanza en el futuro.
Según el Catecismo de la Iglesia Católica, “toda la vida de la Iglesia se beneficie de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles” (#334).
En la Biblia, los ángeles aparecen con frecuencia en el papel de mensajeros Dios para la humanidad, instrumentos mediante los cuales nos comunica su voluntad.
En el Antiguo Testamento, en la visión de Jacob (Gn 28:12), se les representa subiendo y bajando por la escalera que se extiende de la Tierra al cielo. Esta imagen espacial (en la que el cielo está “arriba” y la Tierra “abajo”) ilustra tanto la naturaleza espiritual de los ángeles como el reconocimiento de que estos “descienden” regularmente de su patria celestial para interactuar con quienes vivimos aquí en la Tierra.
El arcángel Gabriel es el mensajero de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Es Gabriel quien saca a Lot de Sodoma, quien anuncia a Gedeón que debe salvar a su pueblo, quien predice el nacimiento de Sansón e instruye al profeta Daniel.
En el Nuevo Testamento, Gabriel se comunica con María, José y Zacarías (el padre de Juan el Bautista) para asegurarles el favor de Dios y darles a conocer Su voluntad para ellos y sus hijos. La tradición también afirma que fue Gabriel quien encabezó la hueste celestial en la entrega de la “buena noticia, que será para todo el pueblo motivo de mucha alegría” a los pastores en las afueras de Belén (Lc 2:10), y quien proporcionó consuelo y aliento a Jesús en su momento de agonía en el huerto de Getsemaní.
San Miguel Arcángel es retratado en las Escrituras, y en la tradición de la Iglesia, como un gran protector. Según el Apocalipsis, “hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles lucharon contra el dragón” (Ap 12:7).
San Juan Evangelista habla del gran conflicto al final de los tiempos, que refleja también la batalla en el cielo al principio de los tiempos. Tanto al principio como al final, Miguel es el gran defensor que protege la creación de Dios del poder del mal y de la corrupción del pecado y de la muerte. Por eso se invoca el nombre de san Miguel Arcángel en tiempos de guerra y agitación política para “rescatar las almas de los fieles del poder del enemigo, especialmente a la hora de la muerte.”
El arcángel Rafael, cuyo nombre significa “Dios ha curado,” aparece en el Libro de Tobías del Antiguo Testamento como sanador y protector. Disfrazado de forma humana como compañero de viaje del joven Tobías, la influencia protectora del ángel se muestra de muchas maneras. Tras el regreso y la curación de la ceguera del anciano Tobías, el misterioso acompañante se da a conocer como “el ángel Rafael, uno de los siete que están ante Dios” (Tb 12:15, Ap 8:2).
El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que:
De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando Dios introduce “a su Primogénito en el mundo, dice: ‘adórenle todos los ángeles de Dios.’ Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: “Gloria a Dios.”
Protegen la infancia de Jesús, le sirven en el desierto, lo reconfortan en la agonía, cuando Él habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos como en otro tiempo Israel. Son también los ángeles quienes “evangelizan” anunciando la Buena Nueva de la Encarnación, y de la Resurrección de Cristo. Con ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por los ángeles, éstos estarán presentes al servicio del juicio del Señor” (#333).
Hoy damos gracias a Dios por el gran don de los tres arcángeles, Miguel, Gabriel y Rafael, y por todos los santos del cielo que nos protegen, nos curan y proclaman la Buena Nueva de nuestra salvación en Jesucristo. Confiemos en ellos como guardianes y compañeros en nuestro viaje sinodal. †