Mensaje de Pascua del Arzobispo Charles C. Thompson
Queridos hermanas y hermanos en Cristo:
¡Saludos pascuales en Jesucristo resucitado! Este año celebramos temprano la Pascua de Resurrección en el último día de marzo.
Aunque nunca es demasiado temprano para que llegue la Pascua—especialmente para los niños que esperan con impaciencia la caza de huevos de Pascua y las cestas de caramelos—es bueno recordar que la temporada de Cuaresma comenzó este año con el Miércoles de Ceniza que cayó en el día de San Valentín. Si bien el Miércoles de Ceniza quizá haya interferido con algunos planes para celebrar el amor romántico, puso de manifiesto la interpretación cristiana del amor sacrificial de Dios por nosotros.
En su Mensaje de Cuaresma, publicado justo antes del Miércoles de Ceniza, el Papa Francisco se centró en el tema: “A través del desierto Dios nos guía a la libertad.” Comparó el viaje cuaresmal con el de los israelitas que salieron de Egipto escapando de la esclavitud y cruzaron el desierto hasta la tierra prometida.
Nuestro viaje ha sido el de escapar de la esclavitud del pecado. Aunque pocos—de ser el caso—salen de la experiencia perfeccionados, es de esperar que seamos mejores gracias a cualquier avance que hayamos hecho mediante las disciplinas de la oración, el ayuno y la limosna, así como por cualquier gracia que se derive de las diversas prácticas penitenciales y celebraciones sacramentales que hayamos realizado a lo largo del camino.
Mediante su pasión, muerte y resurrección, Jesucristo nos libera de la esclavitud del pecado. Tras haber soportado la travesía desértica de la Cuaresma, que culmina en el Triduo, nos regocijamos en la gloria de la salvación y la redención que se manifiestan en la tumba vacía y el encuentro con el Señor Jesucristo resucitado.
Ciertamente no somos perfectos, como tampoco lo son ni el mundo ni la Iglesia, ya también están conformados por seres humanos pecadores. Existen muchas preocupaciones y problemas que deben abordarse, como las diversas formas de violencia, la polarización, la injusticia, las adicciones, los abusos, la soledad, la depresión, las enfermedades, las guerras, la persecución y el flagrante desprecio por la creación, por nombrar solo algunos.
El amor sacrificial de la pasión, muerte y resurrección de Jesús no alivió el pecado y la muerte, sino que proporcionó la gracia transformadora para afrontar y superar los desafíos del mal.
Con fe en el Señor Jesucristo resucitado, confiando en la gracia transformadora de la cruz y la tumba vacía, tenemos motivos para alegrarnos y es por ello que dedicaremos los próximos 50 días, previos a la solemnidad de Pentecostés, a celebrar la alegría de la Pascua.
Sean cuales sean nuestras experiencias en el desierto o nuestras luchas contra la esclavitud del pecado, tenemos un Salvador que ha obtenido la victoria sobre el pecado y la muerte para todos los que siguen su ejemplo de entrega a la voluntad del Padre, que abrazan la cruz y que creen en todo lo que nos espera más allá de la tumba vacía. ¡Jesucristo ha resucitado! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Reciban la bendición de Cristo!
Arzobispo Charles C. Thompson