December 2, 2016

Alégrense en el Señor

María nos acerca a su hijo, Jesús

Archbishop Joseph W. Tobin

“La cercanía de Dios con nosotros se observa más perfectamente en María, la virgen madre de Jesucristo. La Santa Virgen María llevó al Hijo de Dios en su vientre. Su humanidad se formó a partir de su carne y del corazón rebosante de fe de María que aceptó la voluntad divina. A través de María, Dios se convirtió en uno de nosotros. Por tanto, no se trata de un Dios ausente, distante ni apartado sino de un Dios que es uno con nosotros y nos acerca a Él a través de la intercesión de una humilde mujer hebrea elegida por Dios para ser la madre de su Hijo”
(Alégrense en el Señor, arzobispo Joseph W. Tobin, 18 de diciembre de 2015).

El 8 de octubre tuve el privilegio de rendirle tributo a la Santa Virgen María durante una reflexión en el jubileo mariano de la Arquidiócesis con objeto del Santo Año de la Misericordia en la Iglesia de San Bartolomé en Columbus.

Durante esta celebración del jubileo, comenté con las personas que rezaron el rosario conmigo que realmente es un privilegio que seamos una comunidad arquidiocesana unida en oración. Destaqué lo apropiado que me resultaba que el principal evento del jubileo durante el Santo Año de la Misericordia estuviera dedicado a nuestra madre María, la Madre de la Misericordia y quien reza constantemente para que cada uno de nosotros acepte los dones de la misericordia y la salvación de Dios.

La vida entera de María siguió muy de cerca el modelo que le trazó la presencia de la misericordia hecha carne. La madre del Cristo crucificado y resucitado pudo entrar en el santuario de la divina misericordia puesto que participó íntimamente en el misterio del amor divino.

Conocí a María a muy temprana edad porque observaba a mi familia hacer una pausa para rezar juntos el Ángelus y reunirse en la noche para rezar el rosario. Rezábamos a la Madre de Dios y era para nosotros algo bastante natural ya que sabíamos que ella era también nuestra madre.

Recuerdo que cada noche mi padre rezaba al final del rosario en agradecimiento a la posibilidad de que hubiera una vocación al sacerdocio o a la vida religiosa de alguno de sus trece hijos. Fue en esos momentos cuando sentí por primera vez ese ímpetu en el corazón y le prometí a Jesús que, si me llamaba, respondería con la misma generosidad de su madre.

Una imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro que se encontraba en mi parroquia en Detroit me llevó a muy temprana edad a considerar piadosamente cómo podría yo asistir y crear conciencia en los necesitados. Esta poderosa imagen de María estaba plasmada en un mosaico que, por un lado ilustraba el poderío del mundo, tanto en la Iglesia como en la sociedad seglar, y por el otro mostraba a los pobres, gente de distintos continentes, los discapacitados, los olvidados, todos ellos acudiendo a la Madre de Dios para recibir su piadoso socorro.

A lo largo de 38 años de sacerdocio, María ha estado a mi lado, ayudándome a llevar a su Hijo a todos aquellos a quienes he servido y permitiéndome aprender un amor aún más grande por María de mano de aquellos a quienes he servido.

En 1997 mis compañeros redentoristas me eligieron para que fuera el líder de la orden misionera internacional. Durante los siguientes 12 años tuve el privilegio de visitar más de 70 países en todo el mundo en los que los integrantes de nuestra orden atienden a personas procedentes de distintos países y culturas.

En mis viajes, presencié que la figura de María es un instrumento de evangelización hoy en día. Esto lo vi muy claramente en Asia. En Bombay, Manila y Saigón, vi decenas de miles de personas reunidas para rezarle a María en altares erigidos en las iglesias atendidas por mis hermanos redentoristas.

Sin embargo, la experiencia que tuve en Singapur fue realmente significativa. Allí, miles de musulmanes, budistas y practicantes de otras religiones tradicionales chinas se reunieron junto con los católicos en su devoción a María. Les pregunté a esas personas no católicas que por qué estaban allí. Me miraron sorprendidos y respondieron: “Tenemos que hablar con la dama de la misericordia.”

De hecho, el arzobispo de Singapur me dijo que en un lugar conocido como la “Iglesia de la Novena” se bautizan más adultos que en ninguna otra iglesia allí. La “dama de la misericordia” los atrajo y les mostró el rostro mismo de la misericordia.

Hoy en día, María es la madre de 1000 millones de católicos en todo el mundo; María, a quien se venera en templos y en hogares pobres por igual y que continúa llamando a las personas para que conozcan la fuente de la misericordia: su hijo Jesús.

Confío en el amor de María y ahora más que nunca imploro su protección. Su amor me une a mi madre y a mi padre, así como también a los prisioneros con quienes rezo el rosario. Me une a toda la gente del centro y del sur de indiana, y ahora también de cuatro condados de Nueva Jersey. Por María, la Madre de Dios y Madre de la Misericordia. †
 

Traducido por: Daniela Guanipa

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